Al tú por tú. Jóvenes autodenominados como anarquistas, toman piedras y las lanzan a un grupo de policías federales que se protegen con sus escudos, mientras en otros puntos los agentes se apoyaron en tanquetas para arrojar chorros de agua a los manifestantes.
Luego varios días de plantón, los maestros de la CNTE abandonaron el Zócalo de la Ciudad de México. A la fuerza. Obligados por un operativo que combinó a las Policías Federal y del Distrito Federal para salvar la celebración del Grito de la Independencia.
Sólo el riesgo de cancelar la noche mexicana en la Plaza de la Constitución pudo empujar la decisión de desalojar la plancha del Zócalo, al cabo de varios días de bloqueos y manifestaciones en contra de la Reforma Educativa, que llevaron a cabo en las principales avenidas de la capital del país, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la Cámara de Diputados, el Senado, la Secretaría de Gobernación y Los Pinos.
En un aparatoso despliegue de fuerza que incluyó helicópteros, tanquetas de agua, patrullas, cercos y equipo antimotines, cientos de policías cercaron el Centro Histórico de la Ciudad de México para obligar la salida de un grupo de maestros que rechazó el acuerdo con la Secretaría de Gobernación para permitir la noche mexicana del 15 de septiembre.
Hubo choques, enfrentamientos con palos, piedras y envases que volaron, barricadas, hogueras, pintas, mobiliario urbano destruido y hasta dos excavadoras "tomadas" para impedir el paso de las policías, que tardaron apenas una hora en tomar en control del Centro Histórico, donde los maestros se alojaron desde el 8 de mayo.
EL INICIO Durante la mañana del viernes se informó sobre un acuerdo entre los maestros y la Secretaría de Gobernación para la desocupación del Zócalo. Muchos -la mayoría mujeres- comenzaron a levantar el campamento. Pero otros se instalaron en "asamblea" para decidir si "resistían".
Entre los maestros comenzaron las rechiflas, los insultos a quienes abandonaban la plaza rumbo a la sede del Sindicato Mexicano de Electricistas, en Reforma, o ya de plano hacia las terminales de autobuses para volver a sus estados. Iban cansados, nervisos al notar la presencia de los policías.
-Yo voy a seguir en contra de la reforma, pero ya no así... Los compañeros nos arriesgan -dijo Dora Estrada, maestra de Chiapas.
Los menos esperaban. Desde la noche anterior, grupos de maestros de Chiapas, el DF y Oaxaca habían instalado guardias en las calles que desembocan a la Plaza de la Constitución: 20 de Noviembre, 16 de Septiembre, Madero, 5 de Mayo, Pino Suárez y República de Brasil. Aparecieron las barricadas y los lazos para impedier el paso.
De los edificios gubernamentales que rodean la Plaza de Constitución fueron desalojados todos los trabajadores del gobierno capitalino, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Palacio Nacional.
En viernes de quincena y al comienzo de un puente laboral, los comercios de la zona tuvieron que bajar sus cortinas. Los turistas aceleraron el paso, cerraron los museos. En el primer cuadro de la ciudad quedaban grupos de maestros y policías capitalinos que habían cercado ya algunas calles.
Los federales llegaron por avenida Juárez, y allí aguardaron. Trabajadores del Instituto Nacional de Bellas Artes y algunos integrantes de los 400 Pueblos se habían instalado para impedir su paso y dar tiempo a los maestros. Corrían las horas de la tregua pactada entre la CNTE y las autoridades, que habían dado un plazo a los maestros para abandonar el Zócalo.
Entre el alboroto, la gente que todavía caminaba por el Centro Histórico chiflaba a los policías federales apostados en las calles.
MOMENTO ÁLGIDO Mientras corrían las horas, los maestros tomaron dos excavadoras de una compañía constructora que lleva a cabo obras en la zona de la Catedral, quemaron lonas y basura, se reagrupaban entre gritos. Otros se trasladaron al Monumento a la Revolución, a Bellas Artes y la Alameda. Hacia donde caminaban encontraban los cercos de los escudos policiacos, que los obligaba a dispersarse.
Progresivamente aparecieron los rostros cubiertos, las playeras negras: los jóvenes "anarquistas" tomaron su lugar en las barricadas de la zona oriente del Zócalo, en las calles de Tacuba, República de Brasil, 5 de Mayo y Palma, donde colocaron tambos de aceite, tanques de gas y oxígeno, y encendieron hogueras.
Pero la Policía avanzó. Por las calles de Madero y 5 de Mayo y se hicieron de Isabel la Catolíca. Los maestros intentaron maneterse, pero frente al avance de los antimotines, huían. En varias ocasiones líderes magisteriales pidieron abandonar la zona y reagruparse en el Monumento a la Revolución. Algunos atendieron. Otros se resistieron.
Al filo de las 17:00 horas, la Policía Federal ya había llegado al Zocalo, tomando el control de Palma, Isabel La Católica, Venustiano Carranza, 16 de Septiembre, Madero y 5 de Mayo. Frente a su avance los maestros lanzaron piedras, palos, envases de refresco y cerveza, que tomaron de un camión repartidor.
Hubo efrentamientos en la esquina de 16 de Septiembre y Eje Central, en Palma y República de Brasil, y en otros puntos donde grupos de jóvenes intentaron enfrentar a los policías, desmontando mobiliario urbano y jardineras para "resistir" ante los uniformados que, bien provistos, avanzaron sobre ellos.
No había nada qué hacer. Algunos maestros incluso optaron por dejar de correr y sentarse en las banquetas, rodeados de uniformados.
Detrás del paso de la Policía, entraron las cuadrillas de trabajadores de limpia del Gobierno del DF y camiones de mudanzas para levantar los restos del campamento magisterial. Iban vestidos con ropa de calle, sin uniforme, y entre ellos había también policías locales que daban órdenes para el retiro de los escombros.
La dirigencia magisterial, encabezada por Rubén Núñez, líder de la Sección 22, se dirigió a una reunión en la Secretaría de Gobernación. A su paso, anunció que los maestros esperarían el resultado de la reunión en el Monumento a la Revolución. Pero no descartó la posibilidad de volver al Zócalo, luego del Grito de Independencia.