Los latinos tenemos fama de ser enamoradizos; de entre nosotros, sobresalen algunos políticos en todas las épocas; tal vez tenga mucho que ver su posición de personajes públicos, que los coloca en el "aparador" de los medios nacionales, consecuentemente evidenciados y/o la posibilidad del abuso del poder que se complementa con la corrupción, ignorancia y hasta necesidad de sentirse aceptados.
Es injusto afirmar que sólo entre nosotros -los latinos- se da el "don juanismo"; para comprobarlo basta revisar la historia del mundo, donde encontramos casos de enamoradizos; sin embargo, orientémonos al tema del día, festejo del amor romántico.
En alguna ocasión escuché de Óscar Roosbach, un excelente amigo del Distrito Federal, una frase que me dejó pensativo; él me dijo: "A los mexicanos nos gusta que nuestro presidente tenga novia".
Sin duda, tiene algo de razón en su reflexión, cuando sabemos que parte de la patología social tiene que ver con cuestiones de inseguridad de la propia persona o la necesidad de autoconfirmarse como varón, porque… ¿qué caray!, a veces olvidamos que genéticamente y hormonalmente todos tenemos alguna proporción del sexo contrario.
Desafortunadamente, medimos el éxito en el "tener", no en el "ser", así que dominar, comprar, presumir exhibiendo, para la mayoría de los machos significa estatus; hoy, pesa mucho más el poder económico que la educación o ubicación social y entre todo: tener acceso a más mujeres que el amigo o compañero.
Tan nos gusta que "nuestro presidente tenga novia", que leemos sobre los candidatos a la Presidencia de México, que obtuvieron promoción con el noviazgo vivido con alguna bella actriz mexicana o simple profesionista ama de casa.
Revisando en el tiempo, encontramos otros ejemplos, sin dejar pasar por alto al aspirante de elecciones anteriores, Santiago Creel, quien pagó el precio de las acusaciones, rompiendo su matrimonio por tener supuestas relaciones amorosas con alguna bella actriz de telenovelas.
Pero anterior a él tampoco hubo gran diferencia.
Quedan en el recuerdo los dimes y diretes que se desencadenaron por la supuesta relación del entonces presidente Carlos Salinas, con una juvenil estrella; tampoco olvide aquella anécdota atribuida a José López Portillo, que tomado del brazo de dos bellas edecanes, se dirigió a los periodistas que cubrían la fuente diciéndoles: ¡adiós mortales! Sus andanzas terminaron con salud, dignidad y dinero, hasta acusar a su mujer ante el juez declarando: "me golpea y pendejea".
En la historia nos quedan otros políticos, como el romántico mediático enamorado Diego Fernández de Cevallos, que como una de sus primeras acciones, posterior al secuestro padecido, fue llevar un enorme ramo de rosas rojas a su mujer. También traiga a la memoria los chismorreos provocados por "la carretera del amor", que según algunos, fue construida en Los Altos de Jalisco, gracias a su influencia y para atender el pedido hecho al enamorado por su novia, la bella tapatía.
No olvide al presidente Díaz Ordaz y su Tigresa Irma; y así, recorriendo la cronología presidencial podrá confirmar la constante: "nos gusta que ellos tengan novias", disfrutando del morboso placer de conocer sus aventuras, hacerlas nuestras en la imaginación y hasta envidiarlos.
De Adolfo López Mateos, se conoce su gusto por los autos de carrera y las muchachas; corriendo a alta velocidad por las noches -padecía de insomnio- en el entonces desahogado periférico de la ciudad de México, siendo relacionado con nombres de artistas de moda en aquellos tiempos y jovencitas anónimas, que sucumbieron ante sus galanteos.
La lista podemos continuarla entresacando a personajes como Plutarco Elías Calles y Josefina Bonfiglio, bella joven de Hermosillo; o Porfirio Díaz, que se enamoró de su maestra de Inglés, casándose con ella y haciendo las paces políticas con su suegro Manuel Romero, a pesar de pertencer al entonces llamado Partido Conservador.
Incluya a Sebastián Lerdo de Tejada, que a pesar de su privilegiada posición económica, política y social, fue rechazado por agraciada damita chihuahuense, terminando ella casada con un sastre pobre, Adolfo Pinto; eso sí, muy enamorada.
Agregue los misterios sobre los supuestos amores del Benemérito de las Américas, que según algunos ya estaba casado antes de conquistar a Margarita; o al Padre de la Patria y su amor por las fiestas, el baile y las muchachas, sin pasar por alto al consumador de la independencia, Agustín de Iturbide y su enamoramiento por la Güera Rodríguez, de quien se dice logró hacerlo desviar el desfile triunfal de la Independencia; o Santa Anna y las historias que de él escribió Martín Moreno.
Y si continuamos con virreyes y emperadores aztecas, también hay mucha tela de donde cortar, baste mencionar que Moctezuma disfrutaba de banquetes con decenas de platillos servidos por un puñado de bellezas aztecas.
Indudablemente deberíamos luchar contra la herencia social que tanto nos daña, aunque por hoy, festejemos el día de los enamorados.
ydarwich@ual.mx