Enamorarse ¿una decisión?
La experiencia del encuentro con una persona que nos parece atractiva tiene una explicación bioquímica. Esa pasión desencadena una cascada de reacciones físicas y emocionales que resulta en diversos cambios conductuales. Pero que la atracción inicial dé paso al amor ¿es voluntario o involuntario?
La mayoría de nosotros ha escuchado en más de una ocasión a alguien quejarse por tal o cual actitud de su pareja. Usualmente, parte del comentario incluye un “no sé cómo fui a enamorarme de una persona así” o “qué suerte la mía de estar con alguien así”. Es decir, por lo general aceptamos la idea de que, en efecto, el amor es algo que ‘nos toca’ casi como por sorteo. ¿Tiene fundamento esa creencia?
FUERA DE LAS MANOS
El enamoramiento es el resultado de complejas reacciones en el organismo humano, donde intervienen electricidad y diferentes sustancias. Incluye deseo, atracción y afecto. Evolutivamente, todos los animales emiten señales químicas y poseen receptores que las captan para conseguir el acercamiento y el apareamiento, conductas marcadas por el instinto sexual, al que están obligados y en el cual se juegan la continuación de la especie. En el animal humano sucede diferente; la primera etapa del proceso es común para los amigos y los enamorados; luego enamorarse se vuelve incontrolable y se produce la explosividad emotiva y conductual.
La vista y el olfato son la puerta de entrada para la amistad y el amor (entendido inicialmente como enamoramiento). Mirar y admirar a alguien atractivo y olfatear sus feromonas (producidas en la axila y en la entrepierna) constituyen la primera impresión. Si además es la persona adecuada, esa sensación produce una descarga eléctrica y el cerebro secreta una sustancia (feniletilamina) cuya sobredosis arrastra a la locura del amor: semiinconsciencia, mirada focalizada, pérdida temporal del oído y del habla, turbación del equilibrio y de las ideas. Todo en un segundo. Luego hay secreción de dopamina: aumentan la presión arterial, la temperatura corporal y la frecuencia respiratoria y cardiaca; aparecen el escalofrío y la sudoración; se incrementa la glucosa, se dilatan las pupilas y se contrae el estómago (sensación de ‘mariposas’). Es una ‘fiesta’ química.
Se llega el tiempo de controlar el caos y aparecen los calmantes naturales: endorfinas. La alteración se vuelve calma y deviene en tranquilidad, gozo y alegría. Y para cerrar el ciclo neuroquímico, la oxitocina (llamada ‘sustancia del amor’) urge a tocar directamente al ser amado. Esta primera fase dura de dos a tres años, periodo en el cual lo involuntario predomina.
No obstante la voluntad, aunque disminuida, puede advertir riesgos y dificultades en el contexto (por ejemplo si el individuo en cuestión tiene conductas o actitudes que incomodan o incluso molestan, o si se detecta de antemano que una relación con él o ella acarreará problemas) y por lo tanto existe la posibilidad de resistirse al arresto libidinoso y alejarse del peligro inminente.
RETOMANDO EL CONTROL
A diferencia del ciclo neuroquímico, la fase neuroendocrina muestra un predominio de la decisión explícita y de la propia voluntad sobre los actos involuntarios. Su duración aproximada es de cuatro años. Esto se distingue porque gradualmente los impulsos eróticos se intensifican y sus intervalos son más cortos, hasta llegar a la relación sexual. En este punto hay un incremento en la producción de testosterona, el cual propicia que el varón presione a su compañera y en ella haya una disminución en la calidad del juicio y de la toma de decisiones. Ambos quieren el contacto físico y se entregan mutuamente. Es aquí cuando los recursos psicológicos que producen los encuentros sexuales de una pareja necesitan aprovecharse mediante un cauce saludable a fin de confirmar la decisión de seguir juntos, disfrutar y ser creativos en el trabajo y construir un plan de vida en común.
Conforme avanza la relación, la zona involuntaria disminuye y su vecina voluntaria aumenta. En el inicio la desmesura bioquímica arrastra cual torrente, alcanzando su punto máximo. Simultáneamente, la mesura neuroendocrina dejará su semilla. Ambos factores son complementarios y en conjunto alcanzan a durar unos siete años: el tiempo justo para que el amor se manifieste, sereno, racional y casi por completo de forma consciente.
Hablando del papel de la voluntad dentro de las relaciones amorosas, resulta interesante hacer un paréntesis para hablar de la fidelidad. La producción de la hormona vasopresina es muy alta en las especies monógamas como los cisnes, los lobos y los gansos; cuando su pareja muere, el animal se suicida o asume una vida en solitario. En cambio el ser humano no la produce en la cantidad suficiente para garantizar la monogamia. Por ello la fidelidad humana brota del intelecto, como decisión racional y no de su biología.
¿ELECCIÓN O ‘DESTINO’?
El enamoramiento (intuitivo) no se equivoca. Ataca cual tornado, con una fuerza descomunal, delimitada... y pasajera. Luego del vendaval llega la calma, en este caso el amor (racional). Entonces quien ama puede equivocarse de persona por decidir bajo los influjos del enamoramiento. Pero irrefutablemente el amor es una decisión. Y como tal siempre conlleva el riesgo y la probabilidad del error.
La pregunta ¿por qué me enamoré de alguien así?, tiene una respuesta contundente: porque así sucede (cuando el estallido neuroquímico se produce). No obstante, y esto hay que subrayarlo, es diferente cuestionar ¿por qué elegí, me comprometí o me casé con alguien así?; en este caso la respuesta honesta debe asumir que la responsabilidad de haber continuado con la relación es sólo del individuo.
La zona de transición entre el enamoramiento y el amor, el área de cruce en la gráfica de predominios, sí permite visualizar con claridad las cualidades y los defectos de la pareja, las condiciones socioeconómicas de su contexto familiar y personal, los atractivos y las repulsas provocadas por el otro, e incluso los escenarios posibles en el futuro. Son la materia prima para el discernimiento sobre la continuación de la relación de noviazgo y la formalización del vínculo.
Toda persona enamorada sabe claramente cuándo y cómo sucedió. El momento deja una huella imborrable en la memoria. Son menos quienes recuerdan con esa misma frescura la escena de cuando nació el amor. El enamoramiento llega y el amor brota, aquél cae y toma por sorpresa pero éste se siembra y se decide si cultivarlo o no. El enamoramiento-involuntario, se va; el amor-voluntario, permanece.
Correo-e: JuanManuel.Torres@lag.uia.mx
Fuente: La formula química de Cupido, Flores, G. (Revista Digital Universitaria, 2008).
Cuando se habla de estar enamorado como un loco se exagera; en general, se está enamorado como un tonto.
Noel Clarasó, escritor español (1899-1985)
Es ley que de puro enamorado se llegue a no sentir hambre ni cansancio, a no tratar con el tiempo y sus desmanes, a ser dueño de la luz y de la noche.
Ángeles Mastretta, escritora mexicana (1949)
Es fuerte el amor como la muerte, y la pasión, tenaz como el infierno. Sus flechas son dardos de fuego, como llama divina. No apagarán el amor ni lo ahogarán océanos ni ríos.
Cantar de los Cantares (8, 6-7)