EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Enfermedad: ¿dónde o qué?

ARNOLDO KRAUS

Desde hace tiempo, quizás dos años, me persigue una idea del filósofo francés Michel Foucault. En El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica (Editorial Siglo XXI, 1966, publicado originalmente en 1963), Foucault afirma que la medicina moderna inicia cuando los doctores cambiaron la pregunta "¿qué le sucede?", por la pregunta, "¿dónde le duele?" Siguiendo al malogrado pensador -murió a los 57 años de edad-, las cuestiones se modificaron conforme los médicos fueron alejándose de los enfermos: la primera se presta a demasiadas e intrincadas explicaciones, mientras que la segunda hurga directamente en las causas biológicas.

Cuando se atiende a enfermos, víctimas de cualquier patología, ambas preguntas son igualmente válidas: el dolor, motivo de la consulta, depende no sólo de la afectación orgánica o celular, sino del daño en el entorno propio, en lo que dice el cuerpo y siente el alma, y en los sucesos en la vida del enfermo, con su pareja y familia, y con su trabajo, sin obviar los acontecimientos mundiales.

La máxima, tan alabada por los viejos clínicos, "no hay enfermedades, hay enfermos", resume, con otras palabras, la idea de Foucault. Separar la enfermedad del enfermo, de las enfermedades del entorno, es erróneo. Frente a quien sufre no es prudente sumar y concluir sin detenerse en otros menesteres; cualquier clínico avezado lo sabe: en los enfermos uno más uno puede, o no, ser dos. Sumar o restar adecuadamente requiere adentrarse en la vida y en la historia del enfermo -"¿qué le sucede?"-, así como en el presente corto -"¿qué le duele?"-. Salvo cuando la enfermedad irrumpe con violencia, como son los casos de infarto agudo del corazón en jóvenes, tumores diseminados que corroen todo con celeridad, o accidentes, la historia personal es crucial para explicar el "pequeño presente", sea dolor, miedo u otros avatares. La visión filosófica de José Ortega y Gasset se aplica adecuadamente a la enfermedad: "El hombre es él y sus circunstancias".

Han pasado 50 años a partir de la invitación de Foucault. El tiempo le ha dado la razón. La medicina moderna cambió cuando la mirada médica fue presa de otros derroteros. De ahí el subtítulo del libro, "Arqueología de la mirada médica". La mirada y la escucha cambiaron debido al auge de la tecnología y otros menesteres, cuya presencia han interferido y trastocado tanto el lugar desde donde el médico observa, como las maniobras requeridas para diagnosticar. En la actualidad se diagnostica cada vez con mayor frecuencia a partir de la tecnología. Si hoy viviese Foucault, seguramente añadiría a las preguntas previas otras cuestiones "más modernas".

La primera es: "¿qué estudios se ha hecho"? En algunos consultorios se indaga primero en esa área antes de abordar al enfermo. En otros, peor aún, se le solicita al paciente realizar determinados exámenes antes de acudir a la primera cita, situación inadecuada, pues primero debe conocerse a la persona y después diseñar estudios ad hoc. La segunda cuestión, cuando es medicina institucional, proviene de la capacidad del hospital para afrontar los gastos y realizar determinado número de exámenes; cuando se trata de medicina privada, el número y tipo de pruebas dependerá de las cláusulas del seguro médico.

Las inquietudes de Foucault, aunadas a la nueva realidad de la medicina moderna, sobre todo la que se practica en países ricos, auguran, si no el fin de la clínica, sí el ejercicio de una nueva medicina donde la queja del enfermo -diarrea, verrugas, dolor- se erige como un todo, mientras que el ser íntimo de la persona desaparece o pasa a un segundo plano.

Foucault escribe desde su vida: fue hijo, nieto y bisnieto de médicos. En "El nacimiento de la clínica" afirma: "la mirada médica es la que abre el secreto de los enfermos". Esa afirmación, cuando se busca comprender lo que ve el médico y lo que observa la tecnología, es vital. La mirada se complementa con el lenguaje. Los clínicos experimentados suman mirada y palabras y después diagnostican. La tecnología, aunque penetra más profundo y percibe lo que el ojo no mira, no tiene la capacidad de significar el valor de las palabras. El médico que trabaja sólo a partir de la mirada de la tecnología solicita exámenes innecesarios, los cuales, amén de ser costosos e incrementar la contaminación, pueden dañar. La mirada clínica ha envejecido; ese envejecimiento coloca a los enfermos en otra deriva.

Biopoder es un término acuñado por Foucault. Debido al biopoder, la medicina se ejerce desde el poder del médico, a su vez, alimentado por un autoritarismo ciego que tiende a despreciar la voluntad del enfermo. El auge del biopoder, tras sepultar la pregunta inicial de los viejos clínicos, "¿qué le sucede?", augura, sobre todo en países ricos, el fin de la clínica. (Médico).

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 887164

elsiglo.mx