Hace poco un comentarista de la televisión nacional, Loret de Mola, vino a estas tierras como si se tratase de un lugar que sufriese una cruenta guerra. Vino a servir de medio para que la nación y todo el mundo se diera cuenta de la inseguridad, subrayando la fama de que somos la parte más insegura.
No digo que la inseguridad no sea real, lo es, y que a diario haya una muestra de ello. De lo que no estoy tan seguro es de que esta intervención nos sirva para remediar nuestro gravísimo problema. Como si las autoridades no supieran de qué se trata, lo que no han de saber es cómo controlar el problema.
El negocio de la tele es el melodrama; estilo que muy bien se ha aplicado a los noticieros con el fin de ganar públicos. Los reporteros, vienen, exageran y se van dejándonos a nosotros inmersos en nuestros problemas y a lo mejor hasta complicándolos más porque la gente extraña a nosotros no comprende que seguimos haciendo el esfuerzo de salir adelante y lo que necesitamos son apoyos que ayuden a mejorar la infraestructura industrial y comercial que produzcan más fuentes de trabajo. Intervenciones como éstas lo único que hacen es ahuyentar a los posibles inversores. Pero en fin, nunca falta un inteligente con iniciativa.
Quedándonos con la televisión, ¿qué se puede esperar de ella? En México es un negocio y nada más, la ley lo ha permitido de esta manera al legislar a su favor. A los dueños de los medios no les preocupa los efectos que pueda tener su programación, ni lo que pudieran lograr cambiando la visión de sus contenidos. Lo único importante es que el billete fluya para ellos. Respaldándose en las libertades que los beneficia, se van por los caminos trillados que producen públicos atraídos por el morbo, el fácil consumo y la moda. Producir personas que piensen es peligroso para ello. No hay ideas nuevas, y cuando las hay, nos vienen de fuera, lo peor que se produce en otros países como el "gran hermano" o los talk-shows morbosos, las señoritas Lauras o los programas llenos de tontos que se creen artistas por estas prestos a hacer el ridículo o a realizar las estupideces más inverosímiles del mundo.
Alguien se quejaba de la programación televisiva de que no diera la oportunidad de crear polémica. Esto es comprensible, la polémica es la crítica sobre todo tipo de situaciones y mientras que ésta no exista, tampoco se fomentará mucho la conciencia. El público permanece ajeno a los problemas que lo rodean o se siente con la impotencia de poder resolverlo.
En cambio, la tele nos proporciona altos niveles de fugas de la realidad metiéndonos en problemas melodramáticos de personas a quienes no les importa exhibir sus problemas personales, legales y morales, frente a la pantalla de la televisión, convirtiéndose en títeres de conductoras sin escrúpulos quienes han usurpado la función del juez, y la función del psicólogo. Y nuestras autoridades lo permiten. Nos han acostumbrado a la diversión pueril y al chiste fácil. Ni batallan ellos ni batallamos nosotros. El dinero fluye.
Todo mundo le tiene miedo a la cultura, aunque somos seres culturales. En otros países, te ofrecen programas que hablan de su historia. Aquí comenzaron con las telenovelas históricas y se cansaron pronto de ello. Materia gris de donde cortar la hay suficiente en México, y hasta estoy seguro que en Torreón, pero ese negocio no deja; eso dicen. Nunca nos hablan de las culturas prehispánicas, ni hay series interesantes sobre los temas nacionales, ni se tiene la inventiva de buscar en elementos de cultura popular de donde sacar mejores contenidos que ofrecer a un público que pudiera ser inteligente, pero que lo han convertido en bruto.
Por un lado los medios, por el otro nuestros gobernantes complacientes, no esperemos mucho de los cambios posibles que pudiera haber en la televisión nacional. Conformémonos con consumir las series extranjeras donde abunda la historia, la polémica, la ciencia el arte, la cultura que te intriga. Soportemos que tu propia historia tenga la visión poco fiel del extranjero porque no tenemos derecho a más.
Nuestra ley es así; quienes dicen representarnos nos han metido en esta situación de la cual no podremos salir.