La literatura, aunque sea ficción, representa la realidad y sirve como un espejo para reflejarla. Hay muchas maneras de conocer la historia de los pueblos y sus cultura, pero considero que la más primordial es la literatura ya que es la única puerta que nos introduce al interior de los pueblos y de las personas; lo mismo pensamos de cualquiera de las artes, pero en el caso de la literatura resulta más comprensible para la mayoría de las personas.
En el caso de México, podemos echar mano de ella en todas las épocas históricos; en algunos resultará encontrar un tesoro más rico que en otros. De los tiempos precolombinos, contamos con todos los documentos que fueron salvados por los frailes de su destrucción a la que los habían sometido los conquistadores, ya que los primeros se propusieron rescatar el acervo, llamando a los indígenas más viejos que se dedicaron a recordar sus historias. Los códigos actuales son el resultado de ese esfuerzo, y junto a los códigos nos quedan muchísimos poemas leyendas discursos mediante los cuales nos es posible llegar a conocer los elementos culturales de la educación de los indígenas.
La conquista es un período lleno de documentos en pro y en contra de los conquistadores. La crónica, que señorea el siglo XVI mexicano, es asistir como espectador de primera fila a la narración del acontecimiento por quienes la efectuaron. Viajar con Colón por medio de sus cartas de navegación, dejar que Cortés nos cuente su versión a través de las cinco cartas escritas a Carlos V, la versión de Bernal, sin duda alguna una de las mejores de todo este ciclo, la recopilación de Fray Bernardino de Sahagún , el desacuerdo de De las Casas; y muchos más, la versión de todos los conquistadores y de aquellos que se encontraban en su contra. Todo este material disponible no lo han tomado en cuenta los medios masivos de comunicación para ir armando la gran epopeya nacional, como ha sido hecho en otros países más amorosos de sus propias historias. Pero en fin, sigamos adelante.
La época colonial puede considerar como más raquítica en cuanto a documentos literarios. Podemos mencionar a Sor Juana Inés de la Cruz , nuestra máxima poeta, a Juan Ruiz de Alarcón , quien participó en el Siglo de Oro español, a Carlos de Sigüenza y a los humanistas de finales del siglo XVIII. En contraposición contamos con un siglo XIX esplendoroso, donde la actividad política se une a la actividad periodística y literaria, pegando con fuerza el romanticismo.
La primera novela mexicana puede ser considerada "El Periquillo Sarniento" y a través de ella nos es posible conocer el estado social del pueblo mexicano después de su independencia ya que el personaje se mueve por toda la república y por diversos estratos sociales de tal forma que nos da una postal completísima de lo mexicano. A partir de ahí, el cuadro se va completando con autores como Manuel Payno y Luis Inclán, novelistas que también se preocuparon por la historia como lo hizo Vicente Rivapalacio, y que también reflejaron el ser del pueblo como lo hicieron a su vez Guillermo Prieto y Manuel Altamirano. ¿Se podría conocer el México del siglo XIX sin recurrir a estos autores? A lo mejor, pero el cuadro quedaría incompleto. Posteriormente vendrían más poetas y más novelistas como Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, nuestro Manuel Acuña y demás para entrar con ganas al siglo XX y con la Revolución Mexicana dar inicio a un género único en México como lo es la novela de la revolución que principia con "Los de Abajo" de Manuel Azuela y parece aún no acabarse porque a muchos escritores les gusta volver constantemente a ella. (La última de la que tengo referencia es de una escritora que fue condiscípula mía, Leticia Frías. Su novela se llama: "El Sonido del Bronce" y está situada en Querétaro.
El siglo XX es un siglo de generaciones como los contemporáneos o el grupo taller. En estos dos grupos poseemos una camada de poetas que también se preocupó por el fenómeno educativo y alguno de ellos estuvo al lado de Vasconcelos en las mejores épocas de la Secretaría de Educación Pública (Pellicer). Los critican por elitistas, pero en realidad ellos eran la otra parte de la novela de la revolución más populista. Del segundo grupo (Taller) nos quedó Octavio Paz, Premio Nobel de la Literatura.
Dejamos para otro artículo el comentario de lo que nos falta.