Algunas de las noticias de esta semana están hablando de la inconformidad de los maestros ante la reforma educativa que ya ha sido aprobada por el poder legislativo y que intenta remediar, supuestamente, los rezagos de nuestro país en este renglón. Al parecer, lo que más preocupa, es la pérdida de las fuentes de trabajo y algunas prerrogativas sindicales, como heredar la plaza a los hijos, que han resultado muy fructíferas a sus integrantes. En segundo lugar queda lo más conveniente para el país, sobre todo en este futuro incierto que nos está agarrando completamente incapacitados para enfrentarlo porque hasta ahora no tenemos nada que ofrecerle más que nuestra fuerza de trabajo, y aún eso, no es de la mejor calidad si lo comparamos con lo que están ofreciendo en otros países.
De eso es de lo que se trata, de compararnos con otros países, porque la globalización a ello te obliga. Querámoslo o no, los tratados de libre comercio, involucraron nuestra economía con otras economías presentándose así la competencia más dura, lo que implica ofrecer soluciones antes de aferrarse a los privilegios particulares que van en contra del bien común.
Claro que muchos pensarán que la otra opción es aislarse, como lo han hecho países socialistas; mas ese no es el camino que hemos tomado como nación, ni tampoco supone una decisión más acertada. Ahorita estamos metidos en esto y hay que solucionarlo de la mejor manera.
La educación es el proceso necesario para que las nuevas generaciones se adecuen a los lineamientos que una nación necesita de sus ciudadanos con tal de conseguir sus objetivos. Esto se puede escuchar mal, pero así es. Si hablas del socialismo o si hablas del capitalismo, el proceso educativo tiene la misma finalidad, mostrarte los parámetros que deben regir tu conducta para que el conglomerado social consiga sus objetivos.
Para lograr lo anterior, obviamente que el maestro tiene que estar comprometido con lo que enseña; en sociedades libres como la nuestra, la libertad de cátedra significaría la oportunidad de ejercer tu punto crítico ante los postulados, teniendo la obligación de demostrar lo que está bien o mal; y si nos ponemos más modernos, esta demostración tiene que ser científica.
En otro tipo de sistemas más cerrados, esta libertad no se dio, o no se da, trayendo como consecuencia que el error es más difícil de erradicar.
La libertad de cátedra no significa que yo pueda hacer lo que quiera frente a mi grupo; ni tampoco me exonera de cumplir con un programa que está establecido, ni mucho menos me permite enseñar mentiras. Esto es parte de la demagogia que esgrimen muchos para engañar e intentar meternos a los fundamentalismos. Hay que tener cuidado con estas polémicas.
En la educación está depositado nuestra defensa hacia el futuro. Es el educador y el padre de familia, quienes forman a la juventud. Las pruebas que se aplican es para cerciorarse de que esa formación se esté dando. Estoy de acuerdo que esas pruebas no son contundentes, puesto que no alcanzan a medir al todo; pero son una manifestación que nos pueden decir sobre asuntos que están bien y que están mal.
Los maestros están luchando para defender sus privilegios. Pero, entonces qué pasa con los presupuestos revolucionarios, que nos dicen que los privilegios de los pocos no pueden estar en contra de los intereses de una nación.
El bajo nivel educativo es un foco rojo que nos debe poner en alerta frente al futuro de nuestros hijos; tal vez nosotros ya la hicimos, pero nuestros hijos o nuestros nietos, no. Eso es lo que nos debe interesar, el tipo de mundo ante el cual ellos tienen que enfrentarse y las armas que se les van a dar para hacerlo.
No es solamente en el plano de conceptual a la que se refiere esta preparación, sino en las actitudes que se deben de tener frente a la vida. Los maestros deberían ser conscientes de eso y parece ser que no lo son. Les interesa su zona de confort y nada más; si no es así, que lo demuestren.