En el siglo XIX con la aparición de los periódicos se dio un género literario que se llamó la novela de folletón o la novela por entregas y que su principal característica era ser publicada Por capítulos; y la estructura de éstos estaba basada en la acción. Tenían que terminar de tal forma de que produjeran el interés para esperar a la siguiente entrega. Como ustedes podrán adivinar, de aquí se desprendieron después, las películas por capítulos, que en los primeros años del cine fueron muy socorridos y posteriormente, las radionovelas para culminar con las telenovelas tan en boga en México y de las cuales nos hemos vuelto exportadores.
En el siglo XIX este género se da en la época del romanticismo, realismo y naturalismo. La novela romántica se confunde mucho con la novela de folletón, ya que algunas muestras pueden pertenecer a ambos géneros, porque no lograrían darle la calidad estética suficiente para convertirlas en clásicas o en 100% literarias. Otras sí, son reconocidas como dentro del género popular sin ningún otro interés que el divertimento. En ese caso podríamos colocar a Rocambole, escrita por Ponson Du Terrail , o la serie de los Pardillan de Závaco, que podríamos compararlos con las novelas de Dumas, Los tres mosqueteros y 20 años después, o con otros autores que podrían compartir elementos de novelas hechas para el consumo , y novelas más elaboradas que participan las características del género romántico, como Los Misterios de París y el Judío Errante de Eugene Sue. (Recordamos que de la primera novela fue tal su éxito que se tomó como pretexto para los movimientos revolucionarios de los 30 o cuarenta del siglo XIX francés.)
Sería muy difícil imponer una línea divisoria para indicar cuales son obras de la hoy llamada industria cultural y obras que pertenecen al arte cien por ciento. Estamos acostumbrados a aceptar a pie juntillas las clasificaciones dadas por los estudiosos sin tomar en cuenta que una autor podía escribir de los dos tipos de obras sobre todo cuando necesitaba comer, o en sus inicios. En estos días he releído a Eca de Queiroz en el misterio de la carretera de Cintra, que se supone que está escrita entre dos personas. Para mi gusto es una obra de folletón y sin embargo el autor es lo más clásico de la literatura portuguesa del siglo XIX.
En el caso de México, nuestros hitos culturales de la misma época como Payno, con los Bandidos de Río Frío, Vicente Riva Palacio con las dos emparedadas, o Astucia de Inclán, ¿en qué nivel de obra literaria las catalogaríamos? Lo mismo, tendríamos que aceptar que las noventa novelas que componen la obra de Honorato de Balzac, la Comedia Humana, todas se ajustan al arte cien por ciento o alcanzan el mismo nivel de calidad de "Las ilusiones perdidas" ( que es la que me gusta más de este autor).
Eso, a fin de cuentas, va a importar poco al lector que disfruta de la buena acción de este tipo de obras. Reconocemos que en este siglo, el género comienza a brillar con luz propia y que de él se van a dar subgéneros como la novela de detectives, o de acción, de las cuales el Padre es Edgar Allan Poe con sus cuentos de Narraciones Extraordinarias.
Qué lector no ha gozado con las aventuras de Sherlock Holmes; y el gozo puede asemejarse al que se tiene con otros novelistas a los cuales se les considera más clásicos como puede ser Walter Scott muy a principios del romanticismo o Dickens a los finales, ingleses ambos. En el caso del primero, todos los novelistas románticos lo citan como el más leído en su tiempo y que producía el mismo efecto que pueden producir las novelas de hoy en día. (Era la lectura favorita de Ema Bovary, por ejemplo, antes de ser la señora Bovary)
Cualquiera de los géneros, cuando sabes reconocer las reglas mediante las cuales se rigen y no le pides más de lo que le debes de pedir, te producen una deliciosa lectura y son combustible que desarrolla las obras posteriores, no sólo en la prensa, sino en los demás medios. Este reconocimiento se lo dan algunos autores, de lo que me acuerdo ahora es de Vargas Llosa, en el personaje del escritor en la novela "La tía Julia y el escribidor". Suponer que toda la obra de un autor debe mantener un cierto nivel o pertenecer a un cierto género te limitaría el disfrute. Por ejemplo en Fuentes, "La cabeza de la Hidra", es una novela de acción. Por qué pedirle más, o las novelas de Luis Spota presentan un ambiente, o Armando Ramírez es el mundo de Tepito.
Agatha Christie, la novelista inglesa debe su fama a manejar bien los elementos de intriga que han llevado al teatro y que ha tenido múltiples años de representaciones. Ahora , todas las obras mencionadas, en su género, se han vuelto clásico.
En la modernidad, reviven estos géneros. "Crepúsculo" , "Harry Poter" y demás sagas se ajustan a él y siguen siendo comerciales. Lo que habría que preguntarnos es si no traicionan algunas reglas. (En el caso de crepúsculo siento que no pasa nada en el ochenta por ciento de la novela, porque el conflicto no existía y según esto, si no hay conflicto no hay acción), o si este género no tendrá manera de buscar su desarrollo como lo hace todo lo demás. Los temas y las situaciones acaban siendo el mismo molde. Con tanta historia, debería haber más opciones.