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Ensayo sobre la cultura

El liberalismo y las grandes cadenas comerciales

José Luis Herrera Arce

La apertura económica prometió las grandes fuentes de trabajo. La realidad difirió; en la competencia de la mano de obra perdimos la posibilidad de atraer maquila porque en otros lugares se ofreció laborar a más bajo costo y tal vez con mayor eficiencia. La maquila cerró, y se acumula el déficit de fuentes laborales, sobre todo con un salario digno.

Sin embargo, el marcado que ofrecemos al mundo se apetece. Más de cien millones de consumidores estamos aquí con nuestras necesidades a cubrir y buscamos un buen servicio a un bajo costo. Los tiempos en que daba gusto pagar la alfombra de las tiendas han quedado atrás. Nuestro mercado, es el popular, el centavero. Los que están en posibilidades, emigran más allá de las fronteras para consumir en las tiendas del primer mundo. El mall se ha convertido en la costumbre de la élite o de las personas que quieren sentirse dentro de ella.

Los grandes centros comerciales invadieron el país sin respetar espacios. Ya hemos escuchado las noticias que zonas arqueológicas han sido afectadas por la construcción de éstos. El fenómeno social es más profundo; el mini comercio mismo es afectado, ya que en el ramo de la competencia, un changarro jamás le podrá competir a un monstruo de tal tamaño que por su volumen de compra puede ofrecer mejores precios; por lo tanto, muchos pequeños comerciantes han tenido que cerrar. La pregunta es, la familia que dependía de esta entrada, ¿cómo va a sobrevivir?

En la Ciudad de México, para proteger a ciertos mercados, se prohibió que se construyeran las bodegas comerciales para evitar que este tipo de competencia acabara con el modo de vida de muchos ciudadanos. Las altas autoridades del Poder Legislativo derogaron esta ley en aras de la competencia libre y feliz del liberalismo. Las consecuencias están por verse; con darnos una vuelta al centro nos lo podremos imaginar.

Para mí, es preparar el camino de los monopolios. Los chicos irán desapareciendo para que las cadenas invadan cada esquina de nuestro país. Las tiendas de conveniencia compiten con las misceláneas, pero en desventaja por la capacidad de compra. No hay que ser muy sabio para imaginarse el futuro y saber de quién será este sabroso mercado del menudeo mexicano.

En el liberalismo las leyes son necesarias para defender al que menos recurso tiene. Claro que el liberalismo parte de lo contrario, que no haya leyes para que la lucha a muerte establezca la preponderancia de unos en contra de los otros y los poquísimos vivan en la super abundancia mientras las mayorías, cada vez más, carezcan de lo indispensable; todo ello, por la libertad.

Las cadenas hacen proliferar sus tentáculos y los pequeños mueren. Estas personas, para sobrevivir, tendrán que contratarse y ya sabemos que la abundancia de mano de obra y la escasez de fuentes de empleo abarata la mano de obra según las leyes del mercado, lo que no le quita el sueño a los grandes capitalistas.

De aquí parte la inseguridad. Nadie se conforma con sufrir y todos buscan a su modo el paraíso prometido. Si el liberalismo consiste en que no haya leyes, pues que no las haya de ningún tipo y ya ven lo que sucede, las personas están dispuestas al riesgo no sólo para sobrevivir, sino para vivir bien. A la larga, esto no beneficia a ninguna comunidad.

El otro lado de la moneda es la hambruna. Las imágenes que nos llegan de África no las podemos echar en saco roto. Que países enteros se mueran de hambre mientras unos pocos viven ricos, no es humano. Aquí es donde comienzan los derechos del hombre. La vida merece vivirse pero con dignidad. El egoísmo debe tener un límite. El oficio del legislador es poner esos límites para fortalecer la salud social.

Legislar para los fuertes es traición a la libertad. Hay que hacer leyes para que estas reglas del mercado sean justas y todos podamos sobrevivir; de otra forma, el destino nos alcanzará. Los fuertes ni se inmutan, cuando los mercados dejen de producirles dejarán sus construcciones, como abandonaron las maquilas, y se irán a otras partes en busca de las ganancias. Nosotros nos quedaremos aquí, con nuestra hambre.

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