En el principio, los mitos se inventaron para comprender al mundo y de alguna manera manejar a la naturaleza. Los mitos vienen a ser esas historias ficticias y fantásticas que se toman como ciertas, que han enriquecido todas las culturas ancestrales y las modernas.
Los mitos siguen teniendo su lugar y parece ser que permanecen intocables, como si la historia no evolucionara o la ciencia no encontrara verdades suficientes para demostrar que no son del todo ciertos.
Pongamos por ejemplo el petróleo, es nuestro, produce riqueza y es la columna vertebral de la economía mexicana. Las noticias actuales nos dicen que se intenta abrir los campos de inversión privada para que sea posible el desarrollo de esta industria que en los tiempos modernos está estancada.
Quienes defienden la nacionalización del petróleo no quieren oír hablar del asunto porque eso supondría que el petróleo dejaría de ser del estado para privatizarse, lo cual echaría por tierra el progreso que se hizo en el 36 al privatizarse.
Lo cierto es que petróleos no es la empresa productiva que debiera de ser, porque está administrada políticamente. (En la política importa más manejar el mito que perfeccionar la realidad). La cabeza de la industria está dirigida por alguien que se asigna y que posiblemente no sepa nada de ello antes de ocupar el puesto, por lo que tiene que dejarse aconsejar por quien lleva toda su vida adentro y vaya usted a saber intenciones. Por otro lado, quien administra sabe que en el puesto durará un tiempo determinado y muy pocos dejarían de aprovechar las circunstancias para sacar beneficios personales.
En realidad, el petróleo no está manejado por el pueblo, sino por cierta casta de políticos, incluyendo líderes sindicales, que no siempre buscan el bien común sino fortalecer su estatus social.
Sería un mito querer pensar que los mexicanos no tendemos hacia la corrupción, sobre todo, después que estamos viendo los problemas que tienen algunos gobernadores con la justicia mexicana a causa de su falta de honradez.
Si la industria educativa da para que algunos vivan como reyes, cuanto y más dará el petróleo. Por eso es un mito pensar que la industria petrolera prosperará en las condiciones administrativas en que se encuentra.
La otra cara de la moneda es que los inversionistas buscados no son ni ángeles de la guarda ni personas caritativas. La historia está a la vista. La guerra en el Medio Oriente mucho ha tenido que ver con el petróleo. Es la energía que mueve al mundo y quien lo maneja, manda. Ya vivimos nuestra relación con casas petroleras extranjeras y así nos fue. ¿Qué ha pasado con los bancos? ¿Qué pasó con las maquiladoras? No aprendemos o esto de ser dependientes nos está gustando, porque ya no somos países del tercer mundo, sino del cuarto por la pobreza que se está produciendo y que hasta ahora no se ha podido remediar.
Los problemas no se resuelven con demagogia y de las dos partes; en el caso del petróleo, hay mucha demagogia. ¿Por qué Pemex no ha podido ser una industria que vaya a la cabeza? ¿Por qué no ha generado esa capacidad de inversión necesaria si otras empresas de su tipo sí la generan? ¿Por qué aferrarse a los mitos cuando impiden buscar caminos de solución? ¿Por qué poner en riesgo la independencia nacional invitando a extranjeros a que sean nuestros dueños?
Todas estas preguntas son las que necesitan ventilarse inteligentemente, pero no se hace. Lo mismo pasa con el problema educativo, lo que está en juego son intereses de particulares y estos intereses se expresan en marchas para hacer presión, ya que la inteligencia no encuentra el modo de defender los pretendidos derechos u opciones de las castas.
Preguntas en el campo educativo: ¿Por qué no habrá de examinarse a los maestros? ¿Por qué las plazas tienen que ser heredables? ¿Por qué se atenta contra el derecho de los mexicanos a obtener una buena educación?
Vivimos de los mitos, de los derechos de los trabajadores, de los derechos de los líderes, de los derechos de los delincuentes ¿y el derecho a tener un mejor país y más prospero? ¿el derecho de la ciudadanía? ¡Cuándo!