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Ensayo sobre la cultura

Los nacionalismos

José Luis Herrera Arce

Como muchas utopías a las que la sociedad se entregó en el siglo XIX y XX, el nacionalismo es una idea que va pasando a la historia según las necesidades de la supuesta modernidad donde la apertura de mercados y la búsqueda de mano de obra barata necesita que la idea de los regionalismos desaparezca para que los hombres se entreguen a las filosofías de producción de las fábricas o de las macroempresas y nos conformemos con el lugar que nos tocó jugar en este mundo.

Lo nacional, dicen, es una idea atrasada. Lo moderno es integrarnos al único mundo sin fronteras. Las raíces son pensamientos retrógradas; los primeros mundos, los segundos mundos y los terceros mundos se pueden fusionar para hacer uno solo: La utopía de las utopías.

No importa quién caiga. Ahí está Detroit, cuna de la industria automotriz, en plena bancarrota. Y no es precisamente porque ya no se produzcan autos; los industriales encontraron que producirlos fuera era más productivo. Negocios son negocios, y en éstos no hay cabida para los sentimentalismos de retribuir al núcleo social que te ayudó a nacer, manteniendo las fuentes de trabajo.

Lo nacional no tiene importancia. ¿Los reyes aztecas? En su casa que los conozcan. Podemos despotricar contra los españoles desconociendo la cultura náhuatl, porque no nos gusta lucir en nuestros hogares un árbol de la vida, una piña de Michoacán, el barro negro de Oaxaca, el reboso de bolitas de San Luis Potosí. Nos han enseñado que lo chic es el Yadró, y en lugar de comerse un buen mole negro de Oaxaca, comemos las hamburguesas de marca conocida, que alguien probó que era carne de ínfima calidad tratada para el consumo humano. Le damos la bienvenida a lo americano cuando en su territorio no dejaron indígena con vida, y los que sobrevivieron los encerraron en reservaciones. Ahora no quieren que los latinos pisen su cielo y así los tratan.

Habrá que acabar con los regionalismos para abrir los mercados mundiales. Producir barato y vender en todas partes. Según dicen, que los más aptos se encarguen de dirigir las empresas. A Maquiavelo se le puede entender de mil formas y aplicar en los usos y costumbres comerciales e industriales. Es más, desde hace mucho tiempo se ha estado generando una nueva filosofía para que los hombres acepten el nuevo estado de cosas. En los libros de superación personal, sólo importa el tener y bajo el señuelo del tener habrás de dedicarte a la vida productiva adaptando a las normas de los consorcios.

Lo nacional crearía conflictos. Por ejemplo: "consuma lo que el país produce". Si en realidad nos pusiéramos esa camiseta, tendríamos que devolver todos los pantalones y las camisas que no producimos y que antes si producíamos, para ver si así vuelven las maquiladoras a instalarse en nuestra región. Ahora no es aplicable, la maquila se fue en busca de mano de obra barata y nosotros nos tenemos que conformar con seguir siendo mercado abierto aunque no contemos con lo necesario para comprar.

Son cosas en las que debieran de pensarse antes de seguir ofreciendo a los inversores extranjeros nuestras riquezas naturales. Así como nos ha ido nos seguirá yendo.

Son cosas en las que debieran de pensarse antes de seguir bogando por nuestros privilegios personales en contra de los de la sociedad que nos vio nacer y nos haya mantenido con vida hasta este momento.

En este nuevo mundo, lo que nos toca ser es del grupo de los epsilones, los esclavos, los programados para ser esa mano de obra. Un país que se nos está yendo de las manos con conflictos que no se pueden solucionar ni por la buena ni por la mala y que cada vez hace más difícil la sobrevivencia.

Los nacionalismos ya no existen. No hay por qué admirar a Juárez que luchó contra la invasión francesa. ¿Habrá que admirar al promotor de la industria de la marihuana, el soma de la sociedad que se está gestando? ¿Habrá que admirar a los peleles como Santa Anna, presuntuosos que perdieron la mitad de la nación? Sin héroes por favor. No hay héroes. Vendrá después la mano salvadora que con su dejar hacer y pasar, que con su orden y progreso, nos diga a los retrógrados cómo construir la nueva sociedad.

Bibliografía:

El mundo feliz (Huxley), 1984 (Owen).

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