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Ensayo sobre la cultura

Estos meses patrios

José Luis Herrera Arce

Septiembre, octubre y noviembre, son meses patrios. Algunos me preguntarán ¿por qué octubre?, y les he de responder: por ser donde se conmemora el descubrimiento del continente a partir de la proeza de Colón.

Nos disgusta Cortés, (a mí no me disgusta Cortés), por lo tanto no tiene un mes en cuál recordarse; sin embargo, es a partir del contacto con los españoles que la vida del continente desconocido cambia diametralmente y se engendra el principio de lo que hoy serían nuestras nacionalidades.

Pero tampoco las culturas indígenas tienen meses en donde se les recuerde. La fundación de la gran Tenochtitlán, o su caída, la fundación del imperio maya o su destrucción, o las demás etnias que tanto presumimos como nuestras: los olmecas, los toltecas, los teotihuacanos y las que no llegaron a prosperar mucho como los mixteco-zapotecas, o los tarascos, que tienen el orgullo de no haber sido vencidos por los aztecas, o la infinidad de pueblos chichimecas que pululaban por el norte de la república sin que hayan llegado a construir grandes civilizaciones o centros habitacionales como lo hicieron los pueblos de Mesoamérica y los del sur. También a ellos tendríamos que recordarles de vez en cuando porque son nuestros antecedentes y parte de nuestra historia. Rara vez se les recuerda.

Una manera de hacerlo sería recuperando sus voces. Claro, nuestra historia, tan conflictiva, nos ha hecho perder los códices dos veces destruidos por los avatares de la propia vida. Los recuperados por los padres misioneros en su mayoría, si no todos, se encuentran en los museos de Europa. Aún así, la gente común y corriente no sabría cómo leerlos; mas no todo está perdido. Tenemos a la mano las traducciones de Fray Bernardino de Sahagún y una serie de escritos que nos refieren a ellos.

Ángel María Garibay se preocupó por traducir mucha de la poesía náhuatl y los libros magníficos de los mayas. El Popol Vuh y el Chilam Balam es posible conseguirlos en cualquier librería decente.

Tres meses nos son insuficientes para ir al encuentro de la historia nacional, si hemos de comenzar con la de los indígenas. Esas grandes civilizaciones, que lo fueron, tenían que haber tenido un principio motor que los moviera a realizar la arquitectura que nos heredaron e inventar la gran mitología que inventaron. A mí me gusta sobremanera la historia del Quinto Sol. Me considero parte de este pueblo del maíz y veo a Quetzalcóatl bajando al inframundo a recoger los huesos con los que posteriormente dio vida a los hombres.

Tlacaelel fue el gran sacerdote que estuvo detrás de los primeros emperadores como promotor de la ideología que les dio la grandeza. En toda la República Mexicana, no me he encontrado con una estatua de este personaje ni tampoco con la de Cortés. En la escuela nunca me hablaron de Tlacaelel; yo creo que lo vinieron a descubrir después.

Y después de ahí, la gran gesta del siglo XVI, la conquista de un continente y la proliferación de lo que se ha dado en llamar la Crónica de la Conquista con sus pros y sus contras, con los autores que la defienden y con los autores que la atacan. Dicen que también hay una versión de los vencidos aunque algunos de ellos ya eran mitad españoles y mitad indígenas, como muchos de los que han quedado acá sufriendo las consecuencias de los hechos de los conquistadores. A fin de cuentas, los aztecas también conquistaban y los mayas y los incas.

De las crónicas de la conquista, hay más de quince historias que leer. Una mirada general nos la daría la Biografía del Caribe de Germán Arciniega. Después de ello, la Época Colonial, la Independencia festejada en septiembre. No sé cuándo se festeje la Reforma, Juárez es de marzo, para venir a desembocar en la Revolución, o sea noviembre, y seguirnos preguntando qué hemos hecho de la Patria que tanto trabajo a tantas personas les ha costado edificar.

De lo que sí debemos estar agradecidos es de todos estos autores a quienes últimamente les ha dado por escribir historia novelada. Para mencionar algunos: Eugenio Aguirre, Pedro Ángel Palaú, Celia del Palacio, Leticia Frías, Paco Ignacio Taibo II, John Womack, Martín Moreno, Ralp Roeder y muchos más. Los meses patrios nos serían insuficientes para leerlos, para ir al encuentro con la patria. Pero dicen que ahora ya no hay patria y que somos ciudadanos del mundo. No le hace, habrá meses para leer la historia de Roma (las novelotas de Posteguillo), de Francia, España, Grecia y los musulmanes.

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