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Ensayo sobre la cultura

Los contextos en donde nos movemos

José Luis Herrera Arce

Acabo de leer un libro que tiene ya mucho tiempo publicado. Su nombre es "México, Tierra de Volcanes" y lo escribe un americano: Joseph H.L. Schlarman. Su contenido es un vistazo general a la historia de México hasta el año de 1950, más o menos. En muchos de los paisajes me exalté, no porque fuera movido por la trama, sino por no estar de acuerdo en la manera de juzgar a muchos de los autores de la historia de nuestra patria.

Se supone que la historia es una ciencia y como tal deberían de evitarse los juicios de valor emitidos por el historiador, quien debería ajustarse a presentar los hechos; sin embargo, la historia la escriben los hombres y no pueden evitar juzgar, y lo hacen a partir de una ideología. En este caso, la ideología es religiosa, el catolicismo, entonces ya muchos se imaginarán cómo quedan los liberales y los socialistas después de haber sido pasado por la lupa de un historiador que tira al fundamentalismo. Lo bueno y lo malo dependerá de la defensa o del ataque que se le hace a la religión. La sospecha va a prevalecer en cada uno de los actos que hagan los personajes que no concuerdan con el ideal religioso del autor.

Yo soy católico, mas no fundamentalista. Desde hace mucho tiempo he aprendido que las buenas intenciones pueden existir en otros personajes que no participan de tus credos y que hay fatales equivocaciones en muchos de los que piensan como tú. He reconocido que es válido poner en práctica otras ideologías ya que hasta ahora no se ha dado en el mundo el ideal de justicia y de sociedad que haya conseguido la felicidad.

También hay que reconocer que en las otras ideologías sucede lo mismo. Amparados del ideal, muchos se escudan para sacar provecho o no ver los crasos errores que se cometen en nombre de un bien social, o en nombre de Dios; ejemplo concreto, la Santa Inquisición y las purgas stalinistas.

La seguridad es la que nos hace aferrarnos a los contextos en los cuales nos movemos y mientras esa seguridad funcione, aparentemente, hacemos oídos sordos a las críticas que se nos haga. Se defiende, contra viento y marea, toda la construcción ideológica y hasta la lógica es incapaz de generar una crítica a las acciones. Lo más peligroso es que el derrumbe ideológico se nos caiga. Hay veces que solamente eso nos sostiene para no reconocer que la vida puede ser un absurdo o que podemos estar errados en nuestras convicciones.

Según esto, pasamos por una edad media y no acabamos de comprender en qué consistieron esos nueve siglos de nuestra historia; como tampoco nos llama la atención los sucesos acontecidos en los siglos XVII y XVIII en la nueva España. Se supone que no pasó nada y cuando no pasó nada, se pretende haber vivido en una especie de limbo o de mundo feliz donde todo está controlado por un poder omnipotente. (Ráscale a nuestra historia desde Sor Juana hasta el humanismo).

La Edad Media se convirtió en eso, por la experiencia de los grandes cismas que hubo en el siglo II y III de nuestra era; al definirse los principios de nuestra fe y defenderse a rajatabla. Lo mismo ha pasado con la construcción de los estados socialistas. La verdad es una y quien se opone a ella se convierte en el enemigo. Todo se juzga a partir de este hecho y los enemigos de la Iglesia o los enemigos de Estado son todos aquellos que no concuerdan con la manera de pensar prevaleciente.

En nombre de esta bandera se han cometido demasiadas injusticias que han sido un daño para la civilización y los pueblos. Recordemos a España donde se persiguieron a los judíos y musulmanes y donde la Santa Inquisición se impuso. Recordemos Europa donde se atrasó la ciencia por la prohibición a pensar. También recordemos la fatal caída del sistema soviético y la incomunicación que existe en la actualidad entre occidente y los países musulmanes.

Muchos son los que se han aprovechado de estas situaciones para hacer sus fortunas personales, o para obtener sus privilegios. ¡Cuántos acusaron a sus vecinos nada más para apoderarse de sus pertenencias! ¡Cuántos, como Trotsky, han sido perseguidos sólo para eliminarlo en la disputa del poder!

Pero sin ideología la sociedad ni el hombre pueden subsistir. Eso es inevitable. Es nuestro programa desde donde procesamos todos los datos; mas es necesario permanecer abiertos con el fin de seguir evolucionando y no caer en sistemas totalitarios que nos convierten en esclavos.

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