Autores: José Luz Ornelas López, Hilda Georgina Hernández Alvarado, Blanca Chong López, José Alfredo Morales Pérez, Roberto López Franco.
Grata ha sido para mí la lectura de este libro, donde he encontrado las bases que pueden definir el significado de lo lagunero, de una manera dinámica que incluye todo un proceso ágil, sucedido en apenas doscientos años o un poco más. Un lugar surgido de una región cuyo pasado no es tan importante como lo puede ser en otras regiones, donde la historia se extiende durante siglos; una región donde ese pasado puede permanecer en lo mitológico, un mar de Tetis de los que no muchos tienen conocimiento.
Intentar definir lo que somos con esta poquita historia puede parecer un trabajo fácil o a lo mejor inútil, sobre todo en esta época donde la pretendida globalización intenta abatir toda diferencia y eliminar las identidades localistas en vías de la construcción de los mega mercados universales. Por esto mismo son importantes estos trabajos; se hace necesario refrescar ante este universo que pretende ahogarnos: somos algo, y no sólo lo somos, "somos algo importante".
En el artículo del maestro Alfredo Morales, cito partes del himno del Santos.
"La confianza corre fuerte por las venas / Tres ciudades, dos estados y un ideal / Ser campeones".
Somos en una región donde se suponía que no se podía ser nada. Cito el artículo de Roberto López Franco: "Un personaje que sobresale en esta época es Francisco Gómez Palacio, gobernador del estado de Durango, quien se opuso abiertamente a que las vías del ferrocarril pasaran por La Laguna, argumentando que era una zona desértica en donde no tendría futuro ni pasajeros ni productos que transportar". Lo hemos venido siendo con las características particulares que conforman nuestra identidad.
Los investigadores autores de este libro andan en busca de nuestra identidad a partir de diversos acercamientos: el elemento natural, dos ríos, el principal bronco, el Nazas, voluble, que a veces desaparece pero que forma y da vida a una laguna, la del Mayrán, de donde ha tomado nombre nuestra región. El agua es el elemento principal que nos dio vida. Un agua que no es constante, escasa, en muchas partes permanece escondida y se extrae de los mantos freáticos. Un agua como no hay muchas aguas en otras partes, donde los ríos son ampulosos, menos caprichosos que los nuestros.
Mas no bastó el agua, el elemento natural, a éste se le agregó la acción de los hombres, que pudieron imaginar que donde no había nada pudiera haber algo. Hombres que tuvieron la misión primero, en el caso de los jesuitas, luego la codicia de apropiarse del espacio, como el marquesado, luego la visión del terrateniente, que domesticó al río con las presas y cultivó lo que se pensaba no podía cultivarse, el algodón. Posteriormente, han venido las continuas adaptaciones a los cambios de realidad: la revolución, el reparto agrario, la conversión de la agricultura en ganadería e industria, agregándole la minería y una vastísima vida comercial.
Duro, Santos, duro.
El fin de este libro es la búsqueda de la identidad para afianzar el arraigo, según el doctor José Cruz Ornelas: "El arraigo debe entenderse como la más importante necesidad del alma humana, porque involucra en primer término la posesión simbólica de un espacio físico geográfico por medio de una identidad que deviene (en una) cultura creada en esa territorialidad por las interacciones de su colectividad que al instaurarla, reproducirla, enriquecerla y transformarla, con los valores objetivos y subjetivos emanados del andar cotidiano de sus sujetos colectivos en ese espacio físico".
Roberto López Franco agrega: "…donde la cultura es también, como señala Gilberto Giménez (2009:53), 'la diferencia', y una de sus funciones básicas es la de clasificar, catalogar, categorizar, denominar, nombrar, distribuir y ordenar la realidad desde el punto de vista de un nosotros relativamente homogéneo, que se contrapone a los otros".
Continuará mañana...
