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ENSAYO SOBRE LA CULTURA

La creencia y la verdad

José Luis Herrera Arce

Se dice que en esta vida hay que creer en algo, y esa afirmación está íntimamente relacionado con lo que es la verdad. Cuando creemos en algo reconocemos que eso es la verdad y nos movemos en el mundo confiando estar en la dirección correcta, porque de alguna manera hemos resuelto la dirección que debemos de seguir para lograr nuestros objetivos. En algún otro artículo he mencionado que ha esto se le llama darle sentido a nuestra vida, y que de ese sentido surgen los valores porque lo que vale es lo que nos acerca a la consecución de nuestros objetivos y los antivalores, entonces serían aquellos que nos alejan de conseguir lo anhelado.

La semana pasada hablaba sobre las ciudades y el sentido que una ciudad tiene con respecto a la vida de sus habitantes. Eso también tiene un fundamento que es la ideología social, las premisas en las cuales nos basamos para organizar a la sociedad según nuestras creencias.

Nada más para establecer las diferencias, antiguamente se partía de la creencia de que un rey era impuesto a toda una sociedad para que dirigiera sus destinos y bueno o no la acción del rey, el tenerlo era mas que suficiente para darnos una seguridad. Si nos ponemos a leer la historia, la mayoría de los reyes no eran todo lo bueno que hubieran querido sus pueblos, pero se les soportaba porque era preferible eso a caer en un estado de anarquía. Ahora quizás nos sorprenda el por qué el imperio romano soportó a emperadores como Calígula o Nerón; simbolizaban el imperio y eran descendientes directos de Cesar. La república ya había pasado a la historia aunque muchos se empeñaran a volverla a revivir, eso no pudo ser ni en el final de los días del imperio romano.

Cuando uno cree en algo, no se pone en duda lo que simboliza ese algo. El poder de los césares era un símbolo muy fuerte, como después lo sería la estirpe de Carlo Magno o de Pipino el breve de donde saldrían las casas monárquicas de Europa, que durante muchos siglos nadie puso en duda.

Hoy creemos en la democracia y la hemos ido construyendo. El punto de partida es el que intento utilizar Hobbes para fundamentar la monarquía. Pero no tan solo la democracia se ha establecido en los últimos tiempos sino también el liberalismo, del dejar hacer dejar pasar como sistema que viene a solucionar el conflicto humano en nuestra sociedad.

Con la caída del muro de Berlín, y de la URSS, parece que la única sopa que queda es la del liberalismo capitalista, que para mi gusto personal tampoco ha servido para solucionar los problemas sociales. Si se dice que el socialismo no es opción, tampoco estamos tan seguros que el capitalismo lo sea, por las diferencias tan drásticas que ha provocado.

Y así nos podemos seguir preguntando, ¿En realidad la democracia es un sistema que funcione? ¿En realidad un diputado o un senador representan la voluntad popular? O por el contrario ¿Estos políticos, una vez que han obtenido el símbolo con el cual se invisten, lo utilizan para decidir lo contrario que en realidad quiere el pueblo?

Quisiéramos creer que el sistema funciona; pero si lo hace, porque en lugar de que sintamos que nuestros problemas están resueltos, vemos que cada día se complica más su solución y como que navegáramos en un conformismo que no significa más que asentirnos impotentes ante la circunstancias. Entonces ¿Dónde esta la democracia? ¿Dónde esta la voluntad popular? Nadie quiere estar peor, todos queremos estar mejor.

Creer en algo, se deja de creer cuando los elementos que componen las creencias, llámense religión, llámense ideología, dejan de funcionar. Entonces las personas comienzan a buscar otros caminos poniendo en crítica los sistemas en que se viven. Porque si estamos mal, entonces es el sistema el que está mal y habría que hacer nuevas proposiciones para conseguir los cometidos. Mientras que haya libertad eso es posible y eso lo saben quienes manejan los sistemas: lo mismo la iglesia que supervisaba muy bien los errores de pensamiento, como los sistemas comunistas que impedían la crítica abierta. Se supone que el sistema en que vivimos mantiene la libertad de expresión y de opinión y por lo mismo puede ser perfeccionable, por ser un sistema abierto, donde se puede admitir o corregir el error. Al menos eso tenemos.

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