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Entre el teléfono y la pared

Convivir y feisbuquear, un dilema cotidiano

Entre el teléfono y la pared

Entre el teléfono y la pared

Fabiola Pérez-Canedo H.

Nadie escapa de las nuevas tecnologías. Los teléfonos inteligentes, tabletas, laptops y dispositivos están prácticamente en las manos de cualquiera. Llegaron por un deseo de estar en contacto y se han convertido en una necesidad de conocer de todo al instante.

Todos los días en punto de las 2:00 de la tarde, Paulina empieza la batalla cotidiana para que los miembros de su familia abandonen los teléfonos inteligentes y puedan sentarse a platicar a la hora de la comida viéndose a la cara; una escena que sin importar condición social, posición económica o nivel educativo se repite cada vez más en los ambientes familiares. Sin embargo, Paulina también reconoce que gracias a mensajeros como el WhatsApp, puede monitorear a su hija cuando ésta le manda una fotografía desde la casa de su amiga, lo que le asegura en tiempo y forma su verdadera ubicación.

Salir de casa sin llevar el celular significa no estar localizable y éste es un lujo que la mayoría de la gente ya no puede darse. El contacto es permanente, los sistemas de GPS (sistema de posicionamiento global) indican el lugar preciso en donde se encuentran los usuarios y las redes sociales informan sobre lo que hacen o incluso lo que piensan.

La tecnología conlleva múltiples ventajas que van desde la comunicación diaria, y a bajo costo, entre los padres y el hijo que estudia en otra región o país, hasta la confirmación de la ubicación exacta de la pijamada para la que el niño pidió permiso. Significa una forma de monitoreo efectiva para los papás pero también implica riesgos cuando se le da un uso excesivo y se llega a extremos como el aislamiento.

En el campo de la psicología se advierten conflictos derivados del uso continuo de los dispositivos como la pérdida de la cercanía, de la intimidad, del contacto con el otro y finalmente, de las relaciones.

DISPARIDAD GENERACIONAL

Quizá las nuevas generaciones no nacieron propiamente con la tecnología en las manos, aunque hay casos en que los bebés han aprendido a utilizar las tabletas, pero están más familiarizados con estos aparatos desde la infancia, mientras para las personas mayores de 50 años puede existir cierta resistencia.

Esta facilidad de los jóvenes de manejar la tecnología puede derivar en una disparidad generacional, pues los adultos que utilizan los teléfonos inteligentes sólo para hacer llamadas pueden sentirse menos al ver las maravillas que incluso los niños pueden lograr con el mismo aparato.

Para especialistas en tecnología y sistemas, la disposición inmediata de información ha creado muchos mitos alrededor de los daños que ésta puede ocasionarse a una familia, pero ello también depende del modelo del hogar.

Aunque advierten que no se puede hablar de tecnología sin pensar en riesgos, y dentro del seno familiar esto es común, hay ciertos «mitos y leyendas urbanas» que se generan con el internet y que deben ser colocadas en su justa medida.

Por ejemplo, en hogares muy conservadores, de inmediato crece el temor en lo que respeta a los secuestros virtuales y el acoso, temas que son muy reales pero que tienden a sobredimensionarse en ciertos ámbitos, lo que estigmatiza el uso del internet para los más jóvenes.

Esto genera aversión a las nuevas tecnologías, que tienen un sentido más didáctico, el cual sería el punto de quiebre de este tipo de situaciones, en lo que se refiere a una amenaza contra un deseo del uso de la tecnología que es básico y necesario dentro de estas nuevas generaciones.

INTERACCIÓN FÍSICA

Para los jóvenes, en definitiva, es muy fácil comunicarse a través de los dispositivos móviles, porque es una manera inmediata de estar en contacto. La falta de interpersonalidad que existe detrás de las redes sociales no es necesariamente una barrera que limite la comunicación, sino que les significa una forma de estar más cerca, que ellos observan con naturalidad.

El tema de la interpersonalidad es más una cuestión cultural de los padres que verdaderamente una ofensa o una limitante a la comunicación cotidiana con la familia. Esto es evidente cuando un joven, de manera natural, está en contacto con sus amigos, no solamente de uno a uno, sino de uno a muchos, y esto les permite interactuar a niveles más altos de los que se encontrarían en una charla tradicional frente a frente.

Sin duda este tipo de convivencia puede afectar ciertas capacidades sociales, pues no es lo mismo una interacción física a una virtual, pero detrás de esta última existen también algunas ventajas, donde es tolerable sacrificar la voz y el eco de una persona a cambio de que más gente conozca una postura o mensaje, algo que en un contexto de 15 a 20 años atrás era imposible.

El acaparamiento de la atención de las personas hacia sus teléfonos móviles, tabletas, computadoras, o cualquier otro dispositivo con internet, representa un nuevo paradigma para la comunicación, donde se requiere tener claros los tiempos y momentos.

Esto no es exclusivo de los jóvenes. Es común observar en un restaurante, mesas donde cada integrante de la familia está más al pendiente de los mensajes en su dispositivo que de la charla frente a frente, al grado de que puede haber momentos de silencio total entre ellos.

La convivencia ha cambiado. Las familias pasaron de la tradicional charla en la comida a que los hijos comieran con la abuela y los padres en el trabajo, hoy con la tecnología hay intentos de llenar este espacio a través de un mensaje, pero en la terapia clínica esto se conoce como «distorsión», pues se percibe una cercanía pero hay un mayor alejamiento físico.

Se llega a extremos al observar personas que van al cine a chatear en vez de ver la película. La regla es encontrar los espacios y los tiempos para todo, y sobre todo, encontrar un balance.

EVOLUCIÓN O RETROCESO

En relaciones interpersonales de amistad, ésta se afianza mucho más a través del uso de medios digitales, por el nivel de comunicación que puede alcanzarse con los dispositivos y las tecnologías. Sin embargo, en ámbitos más cerrados, como la familia o la pareja, estos círculos se pueden llegar a fragmentar y separar, sobre todo porque significa una falta de atención que no beneficia a una relación afectiva.

Hay ejemplos de cómo se han generado buenas amistades a través de las redes sociales, así como muestras de apoyo y solidaridad mediante las nuevas tecnologías, pero también está la visión del círculo privado, donde la falta de personalidad puede generar roce y resentimiento.

Las estadísticas de enfermedades mentales indican que el aislamiento ha crecido. Hay más casos de suicidios, depresión, venta de medicamento controlado y trastornos de personalidad. No todo se puede atribuir al uso de las tecnologías, pero ciertamente es un factor que contribuye, junto con el tejido social fragmentado, a lo que es visto como un retroceso en las relaciones.

Para algunos padres de familia, el primer contacto con una computadora por cuestiones laborales pudo ser una situación difícil o incluso traumática, que complicó su relación con la tecnología; sin embargo, es recomendable comenzar a interactuar, pues nunca antes en la historia se había tenido tanta información, por ello los jóvenes necesitan de la experiencia y orientación de los adultos.

Los padres deben ver al internet como aliado más que enemigo y aprovechar la información, pero esto tampoco puede suplir la imposición de límites a los hijos, que deben ser fijados por la confianza y comunicación, además de la tecnología.

Por su parte, los jóvenes necesitan reflexionar sobre el uso que dan a internet, si es como una herramienta o como una forma de comunicación, y definir cuál es la huella que quieren dejar a las futuras generaciones.

Correo-e: fperez@elsiglodetorreon.com.mx

FUENTES: Sergio Araiza, ingeniero en Sistemas Computacionales y líder en Capacitación en SocialTIC.org, organización sin fines de lucro dedicada a promover y a habilitar a grupos sociales para reforzar su actividad a través de la tecnología; José Antonio Miranda, psicólogo clínico y terapeuta.

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