El tema de la educación pública, que antes generaba bostezos, se ha convertido en foco de una enorme atención. Esto es positivo. La educación es uno de los factores más importantes en la competitividad de un país, pero también en el avance individual de una persona o una comunidad.
La mala noticia es que estamos partiendo de una pésima base. La educación mexicana ha sido un "fracaso monumental", para usar el término que empleó Eduardo Andere en su libro de 2003 La educación en México: un fracaso monumental.
Hay algunos avances. A pesar de que la población aumentó de 25.7 a 112.3 millones entre 1950 y 2010, la escolaridad se elevó de 2.4 a 9 años. La cobertura, empero, sigue siendo inferior a otros países y no sólo desarrollados. En México sólo 53.8 por ciento de la población entre 15 y 19 está en la escuela, frente a 74.8 por ciento en Chile, 76.4 por ciento en Brasil, 86.8 por ciento en Finlandia y 95.7 por ciento en Irlanda. En calidad, las pruebas PISA nos colocan en el último lugar de la OCDE.
El problema no es solamente de dinero. El gasto público y privado en educación alcanza en México 6.2 por ciento del producto interno bruto. Esta es la misma cifra del promedio de los países de la OCDE. La República Checa, que dedica a la educación 4.8 por ciento de su PIB, tiene desempeños muy superiores al nuestro en PISA. Por otra parte, el gobierno de México aplica el 20.3 por ciento del gasto público a la educación, el mayor porcentaje de la OCDE, contra 15.3 en Corea del sur, 13.1 por ciento del promedio de la OCDE, 13 por ciento en Estados Unidos, 12.2 por ciento en Finlandia y 9.8 por ciento en la República Checa.
La solución no radica en hacer obligatorias las evaluaciones, como pretende la actual reforma educativa. En su nuevo libro, La escuela rota: sistema y política en contra del aprendizaje en México (2013), Andere afirma que el problema de la calidad en México no se resuelve metiendo "en olla de presión al magisterio". Si la evaluación fuera realmente estricta, "nos quedaríamos sin maestros".
Andere señala que los factores que más inciden sobre el desempeño de la educación son la pobreza y la desigualdad, una cultura opuesta al aprendizaje y la falta de capacidad para atraer maestros competentes a la profesión docente. Ninguno de estos factores puede modificarse con la aplicación de pruebas de desempeño. No es posible mejorar la educación sin medir los resultados, pero no podemos cerrar los ojos al factor más importante: el entorno social.
La tecnología está transformando la educación, pero no necesariamente por acciones del gobierno. La Enciclomedia, el proyecto educativo emblemático del gobierno de Vicente Fox, fue extraordinariamente costosa, con una inversión de más de 20 mil millones de pesos; pero los equipos son ya obsoletos y nunca se logró medir un impacto positivo por el sistema. La decisión del actual gobierno de dotar de computadoras a niños de primaria y secundaria enfrenta también cuestionamientos. Las computadoras son simples instrumentos; si no se usan adecuadamente, no abrirán las puertas a un mejor conocimiento. Por otra parte, si la tecnología no es abierta, y no puede actualizarse de manera constante, estas computadoras quedarán obsoletas también en breve tiempo.
Quizá la educación se resiste a soluciones mágicas dictadas desde un gobierno central. Hay "tantas realidades educativas como las 250 mil escuelas" del país afirma Andere. Lo importante es avanzar aunque sea un poco en todas ellas, pero esto difícilmente se logrará con reformas institucionales que no tocan los programas de fondo que impiden el aprendizaje en los grupos más pobres del país.
CLASE MEDIA
La clase media ha pasado del 38.4 al 42.42 por ciento de las familias del país entre 2000 y 2010 según el Inegi. Este aumento, que corroboran los patrones de consumo, sorprende si consideramos el estancamiento que ha vivido la economía.
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