Esos locos bajitos
A veces queremos construir una imagen irreal de los niños. Los imaginamos inocentes, frágiles y manipulables. Y lo son en cierta medida. Pero también es verdad que esos “locos bajitos”, como los llamó Joan Manuel Serrat, tienen un carácter propio y pueden ser extraordinariamente crueles desde muy temprana edad.
Hoy utilizamos el término inglés bullying para designar una conducta que ha estado presente en las comunidades humanas desde hace miles de años. Los niños pueden ser muy agresivos y crueles, y lo son en muchas circunstancias. Nadie se los tiene que enseñar. Hay un rasgo de crueldad en la naturaleza humana que se manifiesta en los niños y que en todo caso debe ser dominado por la educación y la socialización.
La sociedad se ha escandalizado por casos como el del Ponchis, un niño recluido por haber participado en el homicidio de cuatro personas a las que colgó de un puente. Si bien se le ha relacionado con 300 homicidios, el Ponchis quedará en libertad a fines de este 2013. Las leyes y los sistemas de justicia de nuestro país simplemente no están hechos para manejar a sicarios adolescentes.
La experiencia a través de la Historia y en otros lugares del mundo nos revela que con mucha frecuencia los niños y adolescentes pueden ser extraordinariamente violentos. Los ejércitos privados que han proliferado en África en las últimas décadas han reclutado a niños no sólo porque son más manejables que los adultos sino porque también son más crueles. En las matanzas de Ruanda o de Burundi, muchas de las peores atrocidades fueron cometidas por niños que no se inquietaban ante la perspectiva de asesinar o mutilar a machetazos a familias completas. No debe sorprendernos que también en la guerra de las drogas en México los adolescentes hayan empezado a tener un papel significativo.
Esto no significa que los niños no puedan ser adorables e inocentes. Lo son en muchas ocasiones. Incluso cuando cometen agresiones contra sus compañeros en las escuelas o participan en actos mucho más serios, como homicidios, lo hacen con un grado de inocencia. Los psicólogos nos dicen que los niños tardan en desarrollar una conciencia del bien y del mal.
Las crías de los seres humanos tardan mucho más en desarrollarse que los de otras especies. Esto es en parte producto del bipedismo. Para andar en dos pies en lugar de en cuatro, la cavidad pélvica de los seres humanos se hizo más estrecha y esto hizo que el alumbramiento de las crías se hiciera mucho antes de que éstas estuvieran listas para defenderse por sí solas. Un potro está listo en unos minutos después de su nacimiento para ponerse de pie, trotar y galopar. Un niño difícilmente puede sobrevivir por sí solo antes de los 10 ó 12 años de edad.
Estos locos bajitos que se nos parecen nos generan un enorme amor porque estamos conscientes de su fragilidad. Y, sin embargo, “nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós”.
Twitter: @SergioSarmient4