A mediados de marzo Alberto Aguilar, en la sección de opinión económica de El Universa, anunciaba de manera prominente la celebración, en abril próximo, de una reunión internacional de la agrupación CropLife, que cohesiona a asociaciones productoras de plaguicidas y diversos agroquímicos.
El título del colega Aguilar a su artículo describe a los agroquímicos como "socio nodal para elevar la producción de alimentos en México". El propósito de esa reunión es "analizar los desafíos agroalimentarios del continente"; el artículo menciona que la presencia en México de los especialistas en el tema no puede ser más oportuna, pues la sequía de 2012 ("la peor en 100 años") dejó una secuela de "propagación de cantidad de insectos y plagas".
Además de muchas "semiverdades" y aseveraciones sin fundamentación real -lo cual no es culpa del colega Aguilar, quien no es especialista en el tema del artículo- resulta difícil entender cómo se puede festinar la reunión de una industria de este tipo, generadora de tantos problemas ambientales y de salud pública desde hace más de medio siglo.
Por definición estos agroquímicos son tóxicos, ya que se usan para matar una amplia gama de organismos. Dos tipos particularmente tóxicos son los organofosfatos y los carbamatos, la mayoría de los cuales están prohibidos en países industrializados. Ambos tipos de compuestos se caracterizan por inhibir una enzima crucial para el adecuado funcionamiento del sistema nervioso: la colinesterasa. Una nueva generación de plaguicidas -ampliamente usados en la actualidad- surgió con el uso de principios similares a la nicotina (nicotinoides), que también tiene efectos serios sobre el sistema nervioso. La American Bird Conservancy ha demandado recientemente que se suspenda el uso de estos químicos hasta que no se cuente con un estudio independiente de sus efectos sobre las aves de EU. Aseguran que un solo grano de maíz tratado con un neonicotinoide es suficiente para matar un ave.
No sé si estos productos se venden en México, pero por la fama de su efectividad es altamente probable que así sea. Tampoco conozco datos confiables sobre mortalidad o morbilidad humana en México resultante del uso de los agroquímicos. En un plano menos relevante, no tenemos el número de expertos requeridos para identificar problemas de mortalidad en las aves y averiguar si son resultado del efecto de los agroquímicos. La historia de La Primavera Silenciosa, de Rachel Carson, debería ser un buen indicador de lo generalizado de estos problemas en el mundo. El resultado del uso indiscriminado, o al menos no regulado, de los agroquímicos ha tenido como consecuencia la generación de resistencia por parte de insectos, hongos y otros organismos "blanco" a esas sustancias, en forma idéntica que el uso abusivo de los antibióticos en humanos ha resultado en cepas totalmente inmunes a nuevos antibióticos.
Pero más allá de lo que ocurre con las aves y muchísimos otros organismos del suelo y las corrientes de agua a donde se lixivian los agroquímicos, está el severo problema humano de quienes aplican esos plaguicidas y de mucha gente alrededor de los campos de cultivo, de las familias de los trabajadores, etcétera. Los niños son particularmente vulnerables en su desarrollo neuromotor ante estos agroquímicos. ¿Qué tanto sabemos de esto en México? La venta y uso de estos agroquímicos aquí no tiene control; la gente de campo no está capacitada para su aplicación y menos aún para desechar los recipientes de esas sustancias, los cuales son usados vacíos para llevar agua a las faenas y beberla de ahí. Esto no me lo han contado: lo he visto en el campo. Los daños ecológicos y humanos del uso indiscriminado de agroquímicos en todo el mundo no requieren más documentación; su uso se vuelve tanto más inexcusable cuando hay muchas prácticas de producción agrícola (usadas y comprobadas) alternativas, de control de plagas de muy bajo o cero insumo de agroquímicos.
