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Espionaje estadounidense

ROSARIO GREEN

Hace algunas semanas los medios brasileños publicaron que la presidenta Rousseff, el expresidente Calderón y el candidato Peña Nieto habrían sido espiados por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Durante su participación en Naciones Unidas, los gobiernos de uno y otro país protestaron y, muy molesta, la mandataria brasileña suspendió su viaje a Washington.

Pero las cosas no pararon ahí. Recientemente, "The Guardian" y "Der Spiegel" publicaron que Estados Unidos intervino teléfonos de 35 líderes políticos del mundo. La alemana Merkel se dijo "traicionada", la presidenta Rousseff volvió al tono acre de su crítica y el canciller Meade, desde Ginebra, insistió en el malestar mexicano.

En diversos países, embajadores estadounidenses fueron convocados para recordarles que el espionaje entre socios y amigos es inaceptable. El secretario Kerry declaró que Estados Unidos lleva a cabo programas de espionaje para proteger a los estadounidenses frente a posibles actos terroristas. Lisa Mónaco, la principal asesora de Obama en temas de seguridad nacional y contraterrorismo, señaló: "Estados Unidos seguirá espiando no porque podamos hacerlo sino porque lo necesitamos". Añadió que la Casa Blanca no se disculpará por el espionaje a naciones aliadas y que, cuando mucho, se realizaría una revisión de los criterios de recolección y las políticas de espionaje.

Lo dicho por Kerry y Monaco no explica la intervención de los teléfonos privados de los mandatarios afectados. ¿Qué tipo de amenaza terrorista representa la canciller Merkel? ¿Cómo el aliado francés que se apresuró a apoyar un eventual ataque armado de Estados Unidos contra Siria, amenaza a los ciudadanos estadounidenses? ¿Hay células terroristas en México y en Brasil protegidas por sus gobernantes? En pocas palabras no hay un esclarecimiento plausible. Estados Unidos simplemente lleva a cabo sus políticas hegemónicas y esto viene sucediendo desde hace años. Lo novedoso es que ahora son sus propios ciudadanos, como el extécnico de la NSA Snowden, los que hartos de esa política de "big brother" denuncian tales prácticas.

Por lo pronto, Alemania y Brasil trabajan en una resolución conjunta contra el espionaje de las comunicaciones electrónicas, para ser votada en Naciones Unidas, exigiendo la reparación del daño y algún tipo de esquema para garantizar que esta práctica se elimine. Deberían exigir también los registros de lo que se gravó.

Pero hoy parece necesario algo más. Sin dejar de reconocer las complicaciones propias de la comunidad de inteligencia de diversos países (tan sólo la estadounidense cuenta con 17 entidades semiautónomas), es fundamental sentar parámetros y códigos de ética que se apoyen en el respeto y la confianza mutuos. De ahí que un debate a escala mundial se haga indispensable.

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