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Estado de La Laguna

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La aparición de un nuevo impulso al deseo recurrente de formar el Estado de La Laguna, con los veinte municipios de los Estados de Coahuila y Durango que ocupan la Comarca Lagunera, amerita ser objeto de reflexión.

La idea de integrar a la Comarca en una sola entidad federativa que incluya a los habitantes y territorios de ambas orillas del Río Nazas, tiene sentido en virtud del factor geográfico que constituye la base física del destino común de una sociedad, cuya división político administrativa deviene en el caso particularmente artificial.

Por otra parte, el proyecto del Estado de La Laguna se ve alentado por la actitud negativa que mantienen los poderes con asiento en las ciudades de Saltillo y Durango, frente a las poblaciones comarcanas que suelen ser tratadas como botín y en el mejor de los casos son vistas con indiferencia.

El fenómeno de la región escindida por la división política, se explica porque hasta hace poco el Nazas derramaba sus aguas broncas inundando la planicie, lo que retrasó la fundación y consolidación de poblaciones estables. Después hubo mano y tecnología para construir el ferrocarril y los puentes, y los sistemas de riego hicieron posible el control de las aguas. Antes de que esto ocurriera, los territorios de nuestra Comarca eran confines lejanos y despoblados de Coahuila y de Durango, y el Río fue percibido y utilizado como punto de referencia para trazar la línea de frontera.

Como consecuencia la idea de unificar la Comarca en el Estado de La Laguna es legítima y pertinente, pero su obvia naturaleza separatista tiene el efecto negativo de operar en contra de la integración social, al interior de cada una de las realidades que hoy por hoy existen y nos atañen: Coahuila y Durango.

Además del inconveniente que lo anterior implica, la explosión creativa, el bigbang que presenciamos hoy día y se concreta en la campaña de recolección de firmas para inducir el parto de los montes, se advierte inoportuno e ingenuo.

Inoportuno, porque se convoca a cincuenta días de las votaciones que en Coahuila y Durango, habrán de renovar los Gobiernos Municipales en ambos lados del Río Nazas. La introducción de un tema de largo plazo en el momento electoral que vivimos, puede ser un factor de distracción que nos aparte del debate y la reflexión que exige el análisis de los antecedentes, perfiles y propuestas de los candidatos y partidos de carne y hueso que participan en la contienda, de los cuales saldrán los gobiernos municipales que nos regirán en los próximos años.

Sería un gran error en el caso de La Laguna de Coahuila, que la bruma del Estado de La Laguna nos impida ver el abismo de "Más Moreira" que sigue abierto a nuestros pies, y nos perdamos mirando el firmamento a la manera de El Alazán de Atahualpa Yupanqui, que canta a su caballo: "oscura cinta de niebla te pialó junto al barranco, ¿cómo fue que no lo viste? ¿qué estrella estabas buscando?...".

El ejercicio actual en pos del Estado de La Laguna es además ingenuo, porque si bien es cierto que el propósito se convertirá en realidad en la medida del apoyo social que la idea sea capaz de generar, es una inocentada concebirlo como un proyecto apolítico que esté exento de los intereses y las pasiones altas o bajas que son propias de la política, como creen y aseguran algunos de sus promotores.

Por legítimo y pertinente que sea, no hay nada más impregnado de ambición política que el intento de crear una entidad estatal, mediante la mutilación del territorio a controlar, la población a gobernar y los recursos económicos a repartir, obtenidos de dos estados existentes, para formar con los elementos sustraídos un estado nuevo.

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