¿No que el Estado era muy buen patrón? La debilidad con que los distintos órdenes de gobierno han enfrentado la rebelión de un grupo minoritario de maestros demuestra que no sólo no es tan bueno como dicen sino que es más bien un desastre.
No faltará quien diga esto es una buena noticia para el país. Si un grupo de empleados, como los maestros de la CNTE, puede poner en jaque al Estado y le impide ejercer la "rectoría" de una actividad como la educación, los trabajadores obtendrán mejores ingresos y prestaciones. Para un pueblo al que se le ha enseñado que los patrones son el enemigo, este razonamiento no deja de tener cierto atractivo.
Pero cuidado. Los directivos de una empresa no son más que representantes de los accionistas. En el caso de un gobierno, el patrón representa a los ciudadanos. Si no es bueno, si un grupo de trabajadores le arranca beneficios exagerados, no pierde el patrón sino el ciudadano.
Los maestros quizá tienen razón de sentirse satisfechos de tratar con gobiernos débiles. Sus salarios, para empezar, son más altos de lo que serían de otra manera. Según un estudio de la OCDE de 2006, un maestro de escuela pública con 15 años de experiencia ganaba en México 1.64 veces el PIB per cápita en primaria y 2.09 veces en secundaria. En las demás naciones de esta organización el promedio es de 1.30 y 1.32 veces para estos dos niveles de instrucción.
Nuestros maestros no sólo reciben un mejor ingreso en comparación con los sueldos promedio sino que además tienen otras ventajas. Sus horarios de trabajo, por ejemplo, son mucho más ligeros. Las escuelas públicas en México tienen jornadas de cuatro horas y media de las cuales media hora es de recreo. En otros países son de cuando menos de seis horas y en algunos casos llegan a ocho o rebasan este límite. Miles de maestros en nuestro país están "comisionados" al sindicato y se dedican a la política o a la organización de manifestaciones; el patrón les paga el sueldo, pero su trabajo es conspirar contra la empresa. Los dirigentes sindicales tienen, por supuesto, ingresos elevadísimos, ya que cobran por un gran número de plazas.
Los maestros mexicanos se jubilan con una edad mínima de 52 años para los hombres y 50 para las mujeres después de 28 años de labor; muchos están más años jubilados que frente a las aulas. Reciben, además, sobresueldos y prestaciones muy superiores que la enorme mayoría de mexicanos. Son de los pocos trabajadores que han conseguido aumentos reales de sueldos en los últimos años. También son inamovibles: nadie puede despedirlos aunque sean incompetentes.
Los maestros de la CNTE reciben su sueldo íntegro aun si no se presentan a trabajar. Hace unas semanas el gobierno de Guerrero trató de descontar a un grupo el sueldo de los días en que no acudió a las aulas por participar en protestas. Después de un bloqueo de nueve horas de la Autopista del Sol, el viernes 22 de marzo al inicio de las vacaciones de Semana Santa, el gobernador prefirió echarse para atrás y pagar las quincenas íntegras. Habrá que ver ahora si el secretario federal de Educación, Emilio Chuayffet, tendrá el valor de descontar los días que no trabajen los maestros o de despedir, como dice la ley, a los que acumulen más de tres faltas injustificadas.
¿Quién sale perdiendo por el hecho de que el Estado mexicano es un mal patrón? Ni los funcionarios ni los políticos. Ellos obtendrán nuevos y bien pagados empleos cuando terminen su gestión. Quienes pierden son los ciudadanos, que deben cubrir los costos que se acumulan por la debilidad del gobierno. Tener un mal patrón en el Estado es un mal negocio para los mexicanos.
SU DEBILIDAD
Una vez más el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, declaró ayer que no permitiría que la Coordinadora bloqueara la Autopista del Sol. Una vez más ayer los maestros bloquearon esa vía. No sé qué es peor: un gobierno débil o un gobierno que no conoce su propia debilidad.
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