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Estado y suicidio

ARNOLDO KRAUS

Detestar a los políticos, si bien no a todos, es obligación cívica y moral. Basta repasar lo que sucede en el mundo; pobreza creciente, inequidad económica irrespirable, refugiados por doquier, migrantes que dejan su casa por hambre, insalubridad y suicidios in crescendo por razones monetarias son elementos suficientes para reprobar la labor de los políticos de la mayoría de las naciones. Basta pensar cuánto hurtan, lo que dicen y cómo lo dicen, en su ignorancia, en su incapacidad para concertar y en la imagen que proyectan para despreciarlos ad náuseam. Silvio Berlusconi, Cristina Fernández de Kirchner, Vladimir Putin, Nicolae Ceausescu, Avigdor Lieberman, Slobodan Milosevic, Bashar el-Assad y Mahmud Ahmadineyad, inter alia, son ejemplos de la camada que dirige o ha dirigido al mundo.

Estudios médicos efectuados en los últimos años, sobre todo en Europa, han demostrado un incremento en la tasa de suicidios por razones económicas. Aunque nunca se juzgará a los representantes políticos por inducir el suicidio de sus connacionales, es necesario señalarlos por sus maquiavélicas políticas. Cuando el Estado desahucia a sus habitantes y es incapaz de ofrecer empleo y seguridad es correcto responsabilizarlos. ¿Es lícito hablar de crimen de Estado? Comparto algunos datos extraídos de revistas médicas, muchos tomados del estudio "Effects of the 2008 recession on health: a first look at European data", del grupo de David Stucker, publicado en la revista "The Lancet" (24/XI/2012). Los autores analizan la tasa de suicidios a partir de la crisis económica de 2008 y de los desfalcos producidos por bancos; agrego: con la anuencia, asociación y connivencia de los políticos.

A partir de 2009 los estragos de la crisis económica se manifestaron con mayor crudeza; desde entonces la tasa de suicidios en la mayoría de los países europeos estudiados aumentó entre 5 y 7%. De acuerdo con las investigaciones, en Inglaterra se han documentado más de mil suicidios, mientras que en Grecia, una de las naciones más afectadas por la crisis económica, la tasa de suicidios aumentó 60% desde 2007. En Irlanda el incremento fue de 13% y en Letonia 17%. En Austria los suicidios no aumentaron gracias al apoyo social. El estudio muestra una disminución en el número de muertos por accidentes vehiculares debido al menor uso de éstos por motivos económicos.

Los investigadores señalan que los datos no son absolutamente confiables, no por negligencia, sino porque las naciones cubren sus tropelías: la mayoría de los países se preocupan por informar puntualmente datos financieros y publican con rezago los concernientes a salud, incluyendo la tasa de suicidios. El mismo grupo documentó que en Estados Unidos, entre 2007 y 2010, durante la recesión, la tasa de suicidios asociada al desempleo aumentó 4%. En el México de Felipe Calderón los suicidios también se incrementaron; en 2012 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía informó que uno de cada tres suicidios estaría relacionado con desempleo. Imposible olvidar el corralito argentino -restricción de la libre disposición de dinero en cualquier forma- impuesto en 2001 por el entonces presidente Fernando de la Rúa; fueron impactantes las fotografías publicadas por la prensa de jóvenes argentinos desempleados que optaban por terminar con su vida.

No se requiere ser sociólogo ni médico para afirmar que el desempleo afecta la salud e incrementa la posibilidad de muerte prematura. El estrés psicosocial afecta la salud mental y física, mientras que las mermas laborales repercuten en la autoestima; el consumo de alcohol, tabaco, y drogas se convierten en refugio. Los desempleados pierden vínculos sociales, se alejan del ejercicio y no disponen de dinero para actividades recreativas. Algunos son estigmatizados. Disminución de la autoestima y estigmatización impiden encontrar empleo; las mermas físicas y mentales son grandes desventajas: competir es difícil.

La carta de Dimitirs Christoulas, jubilado de 77 años, quien se suicidó en abril 2012 frente al parlamento griego, sirve de corolario y acusación contra la ralea política. "El gobierno de ocupación de Tsolakoglou ha reducido a la nada, literalmente, mi capacidad de supervivencia, que dependía de una respetable pensión que, durante más de 35 años, yo solo, sin contribución del Estado, he pagado. Dado que tengo una edad con la que ya no tengo el poder de resistir activamente (aunque, por supuesto, no descarto que, si cualquier griego hubiese empuñado un kalashnikov, yo habría sido el segundo en hacerlo) no encuentro otra solución para un final digno antes de que esté obligado a buscar en la basura para alimentarme".

Al reflexionar acerca de los suicidios como causa del desempleo debido a la ineficacia de gobiernos ladrones y corruptos quizás, para algunos, sea exagerado hablar de crimen de Estado, y quizás, para otros, partiendo de la ética, esa acusación sea válida.

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