En diez años de residir en Estados Unidos hemos conocido de cerca las fortalezas y debilidades de este país que con todo y altibajos se mantiene como la primera economía en el mundo.
Para quien esto escribe la mayor fortaleza de los norteamericanos no es su democracia ni su sistema judicial y diríamos que tampoco su régimen de libertades.
Por mucho Estados Unidos finca su liderazgo y fuerza como nación en su sistema educativo que produce ciudadanos preparados, competitivos, responsables y calificados para la vida productiva.
En Norteamérica ningún niño o joven se queda sin estudiar, hay espacios para todos incluyendo programas para estudiantes discapacitados y con necesidades especiales como síndrome de Down, autismo o epilepsia.
Las escuelas dependen de los condados y de las ciudades en donde operan y los recursos proceden en un alto porcentaje de los impuestos prediales que pagan los residentes. De ahí que las decisiones se toman a nivel local y con el apoyo de consejos en donde participan autoridades, maestros y muy activamente los padres de familia.
Cada escuela primaria, secundaria o preparatoria se evalúa rigurosamente cada año y se difunden las calificaciones para que los padres de familia conozcan el nivel de la escuela de sus hijos.
Hay diferencias, en ocasiones notables, en las instalaciones de los centros escolares debido al nivel socioeconómico de cada área, pero esto no repercute necesariamente en el nivel educativo.
Los sindicatos y sus líderes tienen fuerza política y laboral como sucede en otros países que conocemos, pero su injerencia es mínima en la calidad educativa en donde tienen que cumplir con los objetivos y planes trazados sin ninguna consideración.
A los maestros se les exige carrera terminada, maestría y en algunos casos doctorado, según sea su especialidad. Los sueldos son muy competitivos y normalmente los maestros del sector público ganan mejor que los de las escuelas privadas.
En preparatoria los jóvenes van a estudiar, el sistema se preocupa para que cada alumno pase sus materias por más atrasado que se encuentre y por más flojo o distraído sea el alumno.
Un detalle que sorprende es el control de los estudiantes, si llegan a clase 15 minutos tarde o faltan sin justificación, los padres reciben de inmediato una llamada o un correo electrónico advirtiendo la situación de su hijo.
El sistema norteamericano es ejemplar por los apoyos que ofrece tanto a los estudiantes brillantes como a los de escasos recursos a la hora de ir a la universidad.
Los jóvenes más talentosos, sean ricos, pobres, blancos, morenos o negros, reciben becas muy generosas que incluyen pago total de colegiatura y vivienda en las universidades más reconocidas de la Unión Americana.
Asistimos recientemente a dos graduaciones en California que impresionan por la organización, solemnidad y la calidad de los estudiantes. La primera fue en una preparatoria en donde los dos mejores estudiantes, uno de origen filipino y el otro anglo, obtuvieron becas completas en las prestigiadas universidades de Berkeley y Southern Methodist de Texas.
La segunda graduación fue en UCLA en Los Ángeles, ahí salta a la vista la inmensa pluralidad de los estudiantes graduados. Un 20 por ciento era anglosajón, el resto tenía su origen en Japón, India, China, Filipinas, Indonesia, México, Argentina, Colombia, países del Caribe, España, Australia, Francia, Italia, el mundo árabe y también del África, entre otras naciones.
Uno de los maestros del doctorado de negocios es hindú nacido en Canadá que estudió su carrera en Illinois y obtuvo su doctorado en la Universidad de Stanford. Ahora da clases en la India dos meses al año y se plantea la posibilidad de regresar a su país en algún futuro.
Lo anterior viene a cuento porque es a través de la educación como se lleva cabo en Estados Unidos una virtual reforma migratoria sin importar lo que digan en Washington los congresistas miopes y obtusos que hablan de más bardas, vehículos y agentes en la frontera con México.
Los inmigrantes se encuentran desde hace años en las escuelas y universidades de Norteamérica transformando la cultura, el conocimiento y los valores de la sociedad futura de este país.
Todo ello a pesar de lo que hagan y digan los hombres del poder en el Capitolio.
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