Como un cubetazo de agua congelada cayó el anuncio de la caída de la economía mexicana durante el segundo trimestre del año, lo que encendió los focos de alerta en los altos niveles del poder en el país.
El descenso fue del 0.74 por ciento lo que no ocurría desde el período abril-junio del año 2009 cuando la economía descendió en 0.67 por ciento como consecuencia del estallido financiero a nivel mundial de 2008.
Este nuevo descenso de la economía obligó a las autoridades mexicanas a reducir su pronóstico de crecimiento económico a 1.8 para este 2013 cuando a principios del año se previó un avance del 3.1 por ciento.Esto representa un tropezón de casi el 50 por ciento de las primeras estimaciones, lo que representará ni más ni menos que un fuerte descalabro para la mayoría de los sectores económicos del país.
Para el ciudadano como usted y como yo, esto significa menores posibilidades de incremento en el sueldo, más dificultades para conseguir un mejor trabajo, nuevos obstáculos para crecer su negocio y un ambiente económico adverso que afectará nuestra calidad de vida.
Para el Gobierno federal este resbalón económico representa una inesperada contrariedad que viene a complicar los difíciles escenarios que se viven a lo largo y ancho de la República Mexicana. Obviamente el nivel de pobreza registrará un repunte en los próximos meses.
Esto debe verse como un error inaceptable de quienes se encargan de los análisis y pronósticos económicos en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
¿Cómo explican los supuestos expertos financieros su fallida estimación en los primeros seis meses del año cuando no se alteraron de manera importante las variables internas y externas?
Mientras Estados Unidos registra avances notables en su desempeño macroeconómico, ¿por qué México retrocede y prácticamente se sitúa a unos pasos de una recesión?
Según los datos oficiales la baja más importante se registró en el PIB industrial con una caída del 1.1 por ciento mientras que en el sector servicios descendió en un .42 por ciento.
Es preocupante que este sexenio, cuyo gobierno arrancó con reformas estructurales y acuerdos políticos que no se vivían desde hace dos décadas, la economía recule y se desaten una vez más vientos de incertidumbre y pesimismo.
Por lo que vemos las reformas educativa y de telecomunicaciones no han sido lo suficientemente sólidas como para inducir dinamismo a la economía.
Es probable que ocurra lo mismo con la reforma energética, en caso de ser aprobada, y que terminemos por descubrir que los cambios estructurales son necesarios e importantes, pero no definitivos para el despunte de México.
Quizá hemos olvidado que el crecimiento de un país se consigue con el trabajo diario, constante y productivo de sus millones de ciudadanos. También con un gobierno eficiente, austero y facilitador de las actividades productivas.
De tiempo atrás los mexicanos hemos puesto las esperanzas en las reformas estructurales que a Dios gracias comienzan a darse, pero que de nada servirán mientras exista desorden en la educación, bloqueos ilegales en carreteras, corrupción en gobiernos, inseguridad y violencia, impunidad, drogadicción y todo tipo de lastres en los sectores productivos.
Por lo anterior, más vale que los políticos cambien su discurso en donde aseguran que con las reformas estructurales México crecerá a niveles del siete o más por ciento.
Ayudarán sin duda los ajustes legales, pero lo más importante aquí y en China es la dedicación, entrega y creatividad en nuestro trabajo cotidiano así como la existencia de un clima que promueva la legalidad y el respeto a nuestras libertades.
Lo demás son meros castillo en el aire.
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