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Germán de la Cruz Carrizales

"La esperanza es algo bueno… TAL VEZ LO MEJOR!!!"

¿Vas a ir a misa? - me preguntó-. ¿A misa? No!!! -le dije-, yo voy a la escuela. Así que no vas a ir a misa, me dijo. No, respondí,- Mmm… expresó- como diciendo ya veremos. -Me decía entre mí- como voy a ir a misa. Terminó el viaje y llegamos a la central camionera de Monterrey y ahí me dijo: -mira, siempre que me encuentro con alguien, yo hago una oración, ¿quieres hacer una oración conmigo?- ¡Claro, por supuesto! Y cuando empezábamos hacer la oración y toda la gente se había bajado ya, el chofer nos dijo -Hey ustedes dos, ¿no se van a bajar? Ya nos vamos para Tampico. No, no, ya nos vamos a bajar. Nos bajamos y le dije, ¿ya comiste? -No, todavía no-. Estaba tan rica la plática con Él que decidí invitarlo a comer en el restaurante que está enfrente de la central. Vamos a comer, qué gustas, ¿chiles rellenos? No, respondió, porque después voy andar como dragón echando humo, -jajajaja- nos reímos. Bueno entremos, nos sentamos, pedimos de comer y cuando él bendijo los alimentos. Me le quedé viendo y tuve una sensación, a nivel certeza, pero que mi conciencia me impedía aceptar, siendo una certeza interna. Dije: ¡Él es Jesucristo!, y me quedé así nada más, seguimos comiendo, igual mientras comíamos hablaba muchas cosas y cuando terminamos de comer dijo -bueno; ahora si quieres, hacemos la oración-. Claro que sí, dije, me pidió que cerráramos los ojos, los cerré, pero tuve que abrirlos de inmediato porque cuando cerré los ojos sentí que el piso había desaparecido de mis pies, abrí los ojos, vi el piso. Cuando vi a la gente que estaba en el restaurante, vi a la gente, pero no veía el exterior de la gente, su superficie, su piel, su vestimenta. Veía la realidad ontológica que llaman los filósofos y es la realidad del ser que va más allá de las apariencias. Entendía que esa gente que estaba ahí eran mis hermanos. Y creo que Él vio mi expresión porque me dijo -esto que estás viendo es más verdadero que la realidad a la que estás acostumbrado- cierra los ojos. Cuando me tomó las manos, desapareció toda sensación, yo no sé si pasaron un año, diez, cincuenta, una eternidad, tres segundos. La sensación de tiempo desapareció en mí y me sumergí en una sensación de eternidad. Cuando volví abrir mis ojos, Él me estaba viendo y tocándome. Entonces pensé -yo le tengo que preguntar si es Jesucristo- no me puedo quedar con la duda porque ya me había ocurrido algo similar siendo niño y que entonces no le pregunté. Pero al mismo tiempo me sentía torpe y ridículo de preguntarle "¿Tú eres Jesucristo?". No me atreví, pero le comenté aquella experiencia que había tenido yo de niño.

De niño nosotros tuvimos una situación económica muy crítica, tanto así que a veces nos preguntábamos que comeríamos ese día. Mi papá tocaba el piano en un restaurante y mi mamá también trabajaba, pero éramos seis. Un 24 de diciembre mi papá tuvo que salir a trabajar, pero esa noche nos invitaron a cenar unos vecinos y a mi mama le dieron para llevar una bolsa de tamales porque sabían que no había para el día siguiente y le dieron esa bolsita. En el trayecto de casa de esos vecinos a la mía, pasamos por un taller mecánico y mi mamá que nos traía a mi hermano más chico y a mí, cobijados con el abrigo, mis otros hermanos todos abrazadillos porque estaba haciendo mucho frió. Eran como las dos de la mañana. Al pasar por el taller volteó mi mamá y vio al mecánico, que en ese momento estaba de velador también. Le dijo mi mama -¡¡Buenas noches señor!!- buenas noches señora, respondió. ¡¡Feliz Navidad!!! Que pase feliz Navidad usted también señora. Y el señor traía nada más pantalón el torso desnudo y sin zapatos, ahí arrinconado. Mi mama siguió caminando con nosotros a sus lados y ella con la bolsa de tamales. Se detuvo, se fijó en la bolsa de tamales, nos vio a nosotros, se regresó y le dijo al señor, -¿señor, le gustan los tamalitos?- ¡¡Sí señora!! ¿Quiere uno? Sí, gracias. Se acercó el señor, pero para mí, que tenía como seis años era una sensación de magia, de un personaje nunca antes visto que venía hacia nosotros. Llegó y mi mamá le entregó la bolsa de tamales coincidiendo las cuatro manos, dos de mi mamá y las dos del señor. Y aunque las de ella eran muy queridas por mí, y estaban muy blanquitas y las del señor estaban sucias y duras. Entonces a mis seis años entendí que quien dignificaba el acto era el mecánico, el señor, no mi mamá, pero yo sentí que ella se llenaba de bendiciones, en el momento en que le entregaba los tamales. Dijo ¡¡gracias señora!!! Se dio la vuelta, se fue y se perdió en la oscuridad con los tamales, me quedé viéndolo mientras se perdía. En el trayecto que faltaba a la casa mi mamá se fue llorando, entonces yo le doy gracias a Dios cuando me pone un sentimiento como ése. Y me dije: ¿por qué nunca le pregunté a ese señor si era Jesucristo? Continuará…

"La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien". Más de trescientas mil personas lo han vivido ya, lleva esta experiencia de amor y unidad a los tuyos, en tu empresa, en tu comunidad, "Familia Sirviendo a la Vida".

Espero que estas palabras nos permitan sentirlas a la luz de nuestras familias, pues decía Jesús, "No me digas que me amas, dime cómo vives". "La familia que reza unida, permanece unida". Iniciativa laguna un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el mundo!!! Estamos como siempre a sus órdenes en la dirección electrónica: despertar_es@live.com. Lo invito a visitar mi blog en donde encontrará más de 250 artículos de su interés: www.familia.blogsiglo.com

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