Prisión. Ella es una mujer que no se conforma con cualquier cosa.
La fugaz estancia de Sandra Ávila Beltrán en el Centro de Procesamiento Migratorio de esta ciudad mostró que ella es una mujer que no se conforma con cualquier cosa. Desenfadada, como suele aparecer en videos registrados desde su aprehensión, pidió a las autoridades estadounidenses que la custodiaban que le trajeran "algo más cómodo", además de un delineador de cejas y un estuche de maquillaje.
Aun cuando el programa de repatriación ya le había ofrecido ropa, "La Reina del Pacífico" logró movilizar a los agentes del FBI para que acudieran al Walmart más cercano para traerle unos jeans ajustados y una sudadera blanca, además de los artículos de belleza solicitados.
Sandra estaba en ese limbo carcelario porque ya no era formalmente rea, sólo esperaba ser devuelta a su país. Extraditados y deportados pasan por el mismo centro antes de pisar suelo mexicano. Y ella aguardaba abordar el avión que la enviaría a una prisión mexicana, donde vestiría de nueva cuenta un uniforme color marrón. Durante su estancia en el centro migratorio, autoridades mexicanas y estadounidenses intercambiaron una serie de correos electrónicos para atender los requerimientos de Sandra Ávila. Se tuvo acceso a esa correspondencia.
SUS PETICIONES Sandra Ávila llegó a ese centro de Inmigración y Protección Fronteriza (ICE, por sus siglas en inglés) el pasado 14 de agosto. Un año antes había sido extraditada a Estados Unidos, luego de pasar más de un lustro en prisiones mexicanas. Se declaró culpable de ayudar económicamente a su novio, el colombiano Diego Espinoza Ramírez, "El Tigre", un narcotraficante de los grandes que fue arrestado en 2009.
Su periplo por cárceles estadounidenses inició en julio de 2012, cuando fue trasladada a un Centro de Procesamiento en Louisiana, luego a otro de Miami y, finalmente, a El Paso, Texas, donde duró seis días. A Sandra le tocaba usar otra ropa, la del PRIM (Procedimiento de Repatriación al Interior de México), como a cualquiera de los internos, pero en lugar de eso pidió unos jeans y una sudadera. Y de paso un make up y un lápiz delineador.
Así se lo hizo saber a Thomas Homan, a Reginald Buck y a Arturo Fierro, las tres cabezas del ICE. La solicitud llegó hasta el FBI. Los correos electrónicos consultados señalan que agentes del Buró Federal de Investigaciones fueron a un Walmart y compraron los requerimientos de "La Reina".
Los agregados de la Procuraduría General de la República (PGR) en Texas comentan en dicha correspondencia que Sandra Ávila Beltrán odia estar sola y que, tal vez, tiene miedo de encontrarse consigo misma. Un correo que salió de la agregaduría de la PGR, en El Paso, hacia la oficina de San Antonio, señala que ella se había golpeado la cabeza intencionalmente para que la trasladaran de una celda aislada a otra de "población general", pero aun así cumplieron su petición.
Una noche pidió pastillas para dormir. Los doctores la evaluaron y decidieron que se las darían. Le llevaron un par de cápsulas compradas en una farmacia Walgreens. Finalmente pudo descansar. Al día siguiente pidió hablar con su abogado. Nuevamente autoridades del ICE evaluaron su petición. Aceptaron incluso que realizara llamadas personales bajo la condición de que todas, con excepción de las de su abogado, serían grabadas.
Desde 2007, cuando fue capturada por la Policía Federal mientras subía a su camioneta BMW, a Sandra no se le ha negado casi nada. Aparte de la libertad, claro. Una fuente de la misma PGR, pero desde la Ciudad de México, contó a un colega periodista que cuando la capturaron la traían en el asiento de atrás de una Suburban sin logotipos de la Federal. Venía tranquila y sonriente cuando pidió que le dieran su celular para avisarle a su hijo y a su mamá que no se espantaran cuando la vieran en televisión esa noche, porque había sido arrestada.
Luego, en el penal de Santa Martha Acatitla, Sandra utilizaría el mismo chantaje de golpearse la cabeza, para luego amenazar con presentar una denuncia contra el gobierno capitalino. También se quejaría por los insectos que habitaban su celda. Los llamó "fauna nociva".
Una petición que le fue negada sucedió en El Paso. Exigió saber su fecha de repatriación a México. "Por seguridad y por no existir una fecha exacta no se le pudo ofrecer", apunta uno de los correo.
LOS DOCUMENTOS Sandra movilizó a autoridades mexicanas y estadounidenses durante su estancia en el Centro de Procesamiento Migratorio. Activó en torno a sus peticiones a personas del tamaño de Thomas Homan, jefe de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) en Washington, Reginald Buck, asistente del Centro de Detención de West Texas, Alfredo Fierro, director del mismo centro, y Salvador Cano, agregado de la PGR en Texas.
Todos ellos mantuvieron contacto las 24 horas durante seis días. Los correos se reenviaron a cada agregaduría de la PGR y luego a México. Sus charlas detallan la estancia de Sandra en El Paso.