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Feliz aniversario

OPINIÓN

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Adela Celorio

Me acuerdo, no me acuerdo. ¿Qué año era aquél?

José Emilio Pacheco

Mientras apenas siete millones de capitalinos se curaban la cruda con Sal de Uvas Picot, oían misa en La Profesa y mantenían su mundo en orden a base de hipocresía, con sus flores de colores psicodélicos, sus exhalaciones de humo con olor a petate y su proclama de “haz el amor y no la guerra”, los hippies intentaban pacificar al mundo. Las mujeres rebeldes, creativas, ávidas de conocimiento y cambio, ingresaban a las universidades y al mercado laboral. La novedosa píldora anticonceptiva abría el camino a una todavía tímida libertad sexual. En la película Dios creó a la mujer Brigitte Bardot retozaba en el lecho nupcial y en Belle de Jour Catherine Deneuve exhibía en la pantalla sofisticados apetitos sexuales. Carlos Fuentes espejeaba a las buenas conciencias mexicanas en La región más transparente. La televisión en blanco y negro se aposentaba en los hogares, descubríamos el discreto encanto de consumir lo innecesario en los novedosos supermercados. Los Beatles le daban un giro de noventa grados a la sociedad inglesa, y en España el cantante Rafael coqueteaba con aquello de: “¿Qué pasará, que misterio traerá, puede ser mi gran noche?” Y yo... embarazada, con la pata quebrada y la sensación de que la vida pasaba sin mirarme siquiera.

Por entonces una amiga que se sentía tan atrapada como yo puso en mis manos ese río caudaloso que es la Rayuela de Julio Cortázar. Era yo por entonces muy joven para una novela tan mayor, pero aun así mi entusiasmo se desbordó y en un intento por compartirlo con mi joven Querubín, le dije “tienes que oír esto”, y con mi Rayuela abierta comencé a leer un fragmento del capítulo 68: “Cada vez que él procuraba relamar ¿sí? los incopelusos, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo como poco a poco las arnillas se espejuntaban... O sea que es posible recrear y hasta inventar nuestro propio lenguaje”, intentaba yo explicarle. “Si sigues leyendo esas porquerías vas a acabar loca”, dijo él, poniendo las primeras piedras del muro de incomunicación que con los años terminó en divorcio.

“Esos aparentes caprichos tienen por objeto exasperar al lector y convertirlo en cómplice”. “Estoy harto de eso que un personaje de mi libro llama ‘el lector hembra’ porque compra los libros con la misma actitud con que contrata a un sirviente o se sienta en la platea de un teatro: para que lo diviertan o para que lo sirvan”. “He querido escribir un libro que se pueda leer de dos maneras, como le gusta al lector-hembra, y como me gusta a mí, pelándome con el autor, mandándolo al diablo o abrazándolo”, explicó el mismo Cortázar en una carta a su editor. “Es un hombre que nos ha dicho que se puede hacer todo”, dijo Carlos Fuentes de Cortázar. Prosa hecha de aire, sin peso ni cuerpo pero que sopla con ímpetu y levanta en nuestras mentes bandadas de imágenes y visiones, escribió Octavio Paz.

¿Encontraría a la Maga? La encontró pese al desagrado de Oliveira por hacer citas: La gente que se da citas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

Muchos años después de Rayuela, entrevistada en su departamento de Londres y a punto de cumplir 90 años; la bella alemana que inspiró el personaje de la Maga, confiesa: “Todos los que estuvimos en París en aquella época hemos entrado en el libro”.

Nunca nos quisimos –dijo Oliveira besándole el pelo. No hables por mí –dijo la Maga cerrando los ojos. Vos no podés saber si yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber. Basta este párrafo para confirmar mi sospecha de que los hombres nunca se enteran de nada.

Correo-e: adelace2@prodigy.net.mx

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