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Finalmente hay Reforma Energética

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En medio de golpes y diputados que se quitan la ropa, gritos de “México, México”, acompañados de los ya famosos “vendepatrias” y un cerco alrededor del Congreso se aprobó la Reforma Energética.

Prácticamente al mismo tiempo que se aprobaba dicha reforma el Gobierno Federal lanzaba una feroz campaña en la televisión para contar los beneficios de la misma, afirmando que los ciudadanos inmediatamente pagarán menos por luz y gasolina.

Más allá de toda la estridencia provocada por los golpes de los diputados y los anuncios del Gobierno Federal, es necesario analizar la reforma en su verdadera dimensión. En primer lugar debemos estar conscientes que los mexicanos no veremos beneficios inmediatos, no pagaremos de un día para otro menos dinero por la luz y la gasolina, pero también es cierto que la Reforma Energética era necesaria para que México pudiera elevar sus niveles de productividad y generar más riqueza.

Se estima, de acuerdo a analistas, que la aprobación de la reforma le daría un impulso adicional al crecimiento económico de México, cuyo Producto Interno Bruto podría expandirse hasta un cuatro por ciento el próximo año y el peso apreciarse hacia 12.50 pesos por dólar.

Respecto a la Inversión Extranjera Directa (IED), analistas estiman que tras la Reforma Energética llegarán a México alrededor de 40,000 millones de dólares anuales para 2018, lo que será importante, tomando en cuenta que a septiembre de este 2013 la IED alcanzó los 28,233.8 millones de dólares, un máximo histórico para el período.

La apuesta de la reforma es que la renta petrolera de que dispondrá México sea superior en volumen a la que existiría sin la participación privada en Pemex. Sin embargo, estos pronósticos positivos no se cumplirán mientras la corrupción siga presente en el manejo de Petróleos Mexicanos, de ahí la importancia de los marcos regulatorios que quedarán consignados en la ley secundaria de esta reforma.

México no pude darse el lujo de cometer errores similares a los que se registraron cuando se privatizaron los bancos y las telecomunicaciones. En el caso de la banca no hay un marco regulatorio que inhiba los abusos de las instituciones financieras, mientras que en el caso de la telefonía se cometió el error de convertir el monopolio público en privado, inhibiendo por varios años la competencia.

La Reforma Energética no es la panacea como tampoco la catástrofe que gritan algunas voces de la izquierda, es un paso necesario para el desarrollo, pero que de nada servirá mientras el fantasma de la corrupción y la ausencia de un marco regulatorio que se cumpla sigan presentes en la vida nacional.

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