Con todo lo calamitoso que ha sido, la Ciudad de México ha vivido en estos días apenas una probadita de lo que han sufrido, sin deberla ni temerla, las comunidades y, sobre todo, los niños en Guerrero, Oaxaca y Michoacán ante las acciones del magisterio disidente: los arrebatos de violencia, el asalto a las sedes de los partidos, el secuestro y la quema de vehículos, los plantones y bloqueos de plazas y edificios, el abandono de las aulas...
Aquí hemos padecido bloqueos en las proximidades del aeropuerto, en el Periférico, en el Senado y el Palacio Legislativo, la ocupación del Zócalo y del Monumento a la Revolución y lo que acompaña a esas movilizaciones: el golpeteo a policías que, en el colmo del absurdo, son llevados a un encuentro desigual: acuden desarmados, sólo con escudos, para enfrentar a vándalos que los superan en número y que arremeten con palos, tubos o lo que encuentran. Este martes, un enfrentamiento de integrantes de la CNTE con los granaderos dejó a 16 policías lesionados, uno de ellos, el subinspector Álvaro Sánchez, sufrió un traumatismo craneoencefálico ocasionado con un palo o un tubo; estuvo en coma inducido hasta la mañana de ayer.
Detrás de muchas de las acciones de los profesores de la CNTE en la Ciudad de México está el resentimiento de los que tienen poco hacia los que tienen mucho (o que creen que tienen mucho). Humillar esta ciudad, sede de los Poderes de la Unión, y a sus habitantes, parece producirles un placer intenso, al regreso tendrán algo que contar a sus comunidades, a sus padres y a sus hijos: "¡Los chingamos!... Los jodidos nos chingamos a los chilangos… Los ocultos nos hicimos visibles: estamos en todos los espacios de los medios: en la televisión, en las primeras planas de los diarios, en la radio…"
No es un dato menor la manera gozosa con que asumen su "tarea histórica" de avasallar a las autoridades del Distrito Federal. En su manera de protestar -basta ver las imágenes de algunos de ellos jugando futbol sobre la avenida clausurada-, hay mucho de desmadre, de regocijo.
Transigiendo, poco a poco, distintos gobiernos, sobre todo de Oaxaca, convirtieron ese movimiento digno en un adefesio, una estructura de presión en la que las promociones académicas y las prerrogativas se ganan a través de "constancias de participación sindical", es decir, a través de su involucramiento en marchas, paros de actividades y otras acciones.
Y mientras tanto, el jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, no sabe qué hacer. Tiene la responsabilidad constitucional y legal de actuar para frenar los excesos de profesores que se llaman a sí mismos "democráticos", pero que son profundamente autoritarios y que le han ocasionado a la ciudad daños incalculables: miles de horas/hombre perdidas, perjuicios a los negocios, destrozos en comercios… Pero el jefe de gobierno no entiende que la disyuntiva no está entre inacción o represión, que el uso legítimo de la fuerza es constitucional, democrático y obligatorio para quienes juraron cumplir y hacer cumplir las leyes. Pero encara otro dilema: ante sí está Andrés Manuel López Obrador, un poder real en el Distrito Federal y a quien debe, en gran medida, su elección. El altísimo porcentaje de votos que obtuvo Mancera le fue prestado por López Obrador, por Marcelo Ebrard y el mismo Cuauhtémoc Cárdenas; no fueron en sentido estricto votos para él, fueron votos para un proyecto de izquierda que ha tejido una densa red social que beneficia a millones: a los viejitos, a las madres solteras, a los estudiantes con becas…
Ordenar a la fuerza pública que contenga a los profesores de la CNTE que afectan derechos de terceros, implica romper con López Obrador y gobernar en un ambiente enrarecido.
En ese contexto, el anuncio de un Fondo de Capitalidad, que permitiría resarcir algunos de los daños de la protesta social, no sólo parece inviable, sino perturbador: parte del supuesto de que, sin remedio, los habitantes de la ciudad seremos dañados por los vándalos ante la inacción de las autoridades. Es un fondo que expresa la rendición del gobierno de la ciudad, un fondo de capitulación.
Twitter:@alfonsozarate