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Decadencia

La decadencia de los intelectuales. Voltaire decía que la función de los intelectuales era la crítica, aquella facultad que posibilitaba realizar en términos de Kant el examen de los límites de la razón; más tarde Marx afirmaría que era función de los intelectuales hacer una crítica despiadada de todo lo existente.

Corresponde a Gramsci desmontar la falsa dicotomía entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, dicotomía establecida por la tradición intelectual, por lo menos, desde Sócrates. Gramsci señala que en todo trabajo, incluso el manual, existe una incidencia, aunque sea mínima, del intelecto. De él, es la categoría del “intelectual orgánico”, para el autor de “los cuadernos de la cárcel” el intelectual orgánico puede ser lo mismo un empresario, un dirigente político, un técnico o un militar que articule una serie de ideas y acciones, es decir, que tome partido para convertir al grupo social al que pertenece en grupo hegemónico, o en parte de otro grupo hegemónico a cargo del poder político.

Fue Octavio Paz, primero en Plural y luego en Vuelta, quien siempre descreyó en la figura del intelectual orgánico. Aquel –repito- que se compromete con sus ideas y sus acciones. Ajeno totalmente a la dinámica social, Paz construyó desde sus posiciones políticas sublimadas una supuesta neutralidad ideológica, que acabó autodesenmascarándose sin pudor durante el salinato. Así, Octavio paz, que tan celoso pregonaba de dientes para afuera, como función del intelectual el debate de las ideas y la crítica, desde un posicionamiento independiente y autónomo de cualquier fuerza política, acabó de rodillas rendido a los pies de Salinas de Gortari y escribiendo en el Excélsior de Regino Díaz Redondo, el instigador que se prestó para que el gobierno de Luis Echeverría diese el golpe que sacó a su amigo Julio Scherer de la dirección del periódico capitalino.

El “mérito” de Paz, consiste en ser el artífice, junto a Gabriel Zaid de reconfigurar un tipo de pensador que en la tradición intelectual se conocía como literato. Trátese éste, de un sujeto que opina de todo sin contar con verdaderos asideros teóricos ni históricos. La figura de literato perfilado por el tándem Paz-Zaid, es lo que existe hoy como el prototipo del intelectual que participa sobre cualquier tema sin saber necesariamente de él y sin verse sometido a una crítica rigurosa, que lo confronte, puesto que pertenece a un Olimpo, al que nadie tiene acceso y nadie más osa tocar.

“El mago de Tréveris” depreciaba a este tipo de intelectuales llamándolos “halbwissende literati”: los literatos que todo lo saben a medias. Son aquellos del tipo de Krauze y cohorte en Letras Libres. Él mismo, que más allá de que sea o no, un indigno heredero de la tradición intelectual de Paz, sigue erigiéndose –tal como su maestro- como un intelectual “independiente” que se encuentra en su Torre de Marfil, pontificando, en el colmo del cinismo y la hipocresía, que él, se encuentra, por encima de grupos o facciones salvaguardando su “preciada autonomía” para ejercer la crítica. Signos de decadencia no los puede haber mayores.

Moctezuma Escobedo Hernandez.

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