Opinión pública
Lindezas amarillistas... y Cuba. Diariamente, la opinión pública es tergiversada y manipulada por intereses ajenos a la objetividad informativa. El contraste recurrente, llega a punto de tensión cuando se descubren por cuenta propia: hechos certeros que se tornan densos y turbios, diametralmente diferentes a su génesis real. Por ejemplo, un tema sólido que se reitera constantemente en las mesas de análisis es la situación cubana (escabroso punto para el análisis tecnocrático). Los analistas y medios de comunicación-heraldos integrales de la información- argumentan abiertamente sobre las condiciones de vida en Cuba; dicen que el nivel de vida es infrahumano-que los huesos hechos personas pululan por los barrios indigentes de La Habana- que el castrismo es una alegoría omnipotente, con demencias anacrónicas y autoritarismos desfasados.
Sería un cuento, negar que la vida en Cuba es rigurosa y, que más aún la libertad que otorga el estado cubano es demasiado meticulosa; pero a la par, es desproporcionado mostrar índices y contrahechos robustos, que, no trasparentan una información verídica de la realidad en Cuba.
Si formulamos un balance socioeconómico entre Cuba y cualquier país del Caribe y América latina, observaremos grandes factores entresacados, unos a favor y otros en contra para cada país. Aun así, Cuba saldría delgado, y no colmado de tantos adornos amarillistas. En esta lógica de crítica al pseudoperiodismo e inmersos en esta parábola de anticastrismo, es preciso citar al acérrimo reaccionario Andrés Oppenheimer (vaca sagrada del periodismo neoliberal) quien refleja el arquetipo tradicional del líder de opinión pública consagrado hacia una orientación política (¿por plata?) ajena al objetivismo periodístico.
Sus desmesurados artículos pragmáticos, antisocialistas y antipopulares, sólo recrean marasmos y confusiones intelectuales, que atrofian el sensible e intermitente sentido crítico de la sociedad latinoamericana, principalmente. Él y su caterva internacional, fomentan la democracia libre, pero recurrentemente se enredan en contradicciones de corte mediático dictatorial (-gulp- son liberales ultraconvencidos en la democracia moderna, ¿existen eso?).
Si realizáramos una comparación minuciosa entre el modelo de periodista profesional (“Aquel que su trabajo consiste en descubrir e investigar temas de interés público, contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y publicarlos). Para ello recurre a fuentes periodísticas fiables y verificables.”
“Existen varios principios que guían la labor del periodista, el principal de los cuales es el respeto por la verdad, el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable.” Fuente: Wikipedia.
Y el periodista amarillista de línea política tergiversada, caeremos en cuenta que el periodismo actual, o al menos la mayoría se identifica con el segundo arquetipo de comparación; el cual pertenece, forma, emula, crea, recrea, sostiene una falacia mediática monumental. ¿Para qué?: contención propagandística esencial para que permanezca un régimen determinado.
Francisco Javier Escobedo Sánchez.