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A final de cuentas...

A final de cuentas lo que importa son los resultados, o más bien, lo que hace la diferencia son las consecuencias de nuestras acciones o falta de éstas.

¿Cuáles serán las cualidades que debería tener el presidente de este país para entregar cuentas positivas al parecer de las mayorías?

De Echeverría mejor ni comentamos, nomás nos vamos a poner de mal humor todos, además, no hay, no hay… espacio.

La amplia cultura, gran personalidad y excelente capacidad oratoria de López Portillo no le sirvieron de mucho. Fue un pésimo presidente de la república, durante su mandato la corrupción, nepotismo y excesos de todo tipo fue el pan de todos los días, al final de su sexenio entregó el país al borde del colapso; su promesa de acostumbrarnos a vivir en la abundacia, así como la de “defender el peso como un perro” (debió de haber sido uno chihuahueño viejo y sarnoso), se fueron al caño junto al patrimonio de millones de familias.

Miguel de la Madrid también fue un hombre ilustrado, sobrio, con gran experiencia en la administración pública y gran capacidad de trabajo. Si se evalúa su desempeño por los índices económicos durante su sexenio es sin duda el peor presidente de la historia contemporánea, los que saben de esto se lo atribuyen a las condiciones en que recibió el país de su ilustre antecesor, sin embargo, su tibia reacción ante los impactantes y dolorosos sucesos del terremoto del 85 lo persiguieron hasta sus últimos días, que por cierto, evidenciaron la gran solidaridad y capacidad del pueblo mexicano ante la emergencia y desgracia ajena.

Salinas de Gortari a todos nos cautivó con su “Quinazo” de inicio, estábamos hasta la coronilla de tanta impunidad y se lo compramos con facilidad, igualmente, la firma del TLC, que por cierto ha generado miles de empleos y exponenciado las exportaciones sí que nos trajo esperanza, pero… (el maldito “pero” de siempre) dicen que la motivación es más importante que la voluntad y hay de motivaciones a motivaciones (riqueza económica sin límites, poder eterno, etc.), empezaron a salir a la luz pública las tropelías del encargado de los negocios de la familia, mejor conocido como Mr. Ten Percent (Raulito). Al final del sexenio dejó en la caja de la nación algo así como cincuenta mdd (Calderón dejó más de ciento sesenta mil de los mesmos) y una que otra toalla tirada en los baños de Los Pinos. Por cierto, dicen que Carlos Salinas es inmensamente rico ¿por qué nadie ha hablado de eso?

La mesura de Zedillo (el de la esposa que no quería estar ahí), su dedicación y disciplina le brindaron buenos frutos al final del sexenio logrando así el inicio de la anhelada estabilidad económica que prevalece hasta nuestros días, sin embargo, queda en la memoria colectiva su famoso Fobaproa que rescató de la quiebra a bancos y cientos de empresas de particulares con cargo al erario, es decir, ¡todos ponen! y todos pusimos.

Fox, estee… Fox, bueeno pues Fox tuvo el mérito de sacar al PRI de Los Pinos, pero la imprudencia y mal tino de meter a Marthita. Fox es quizá (muy probablemente, sin asgurarlo) el más inculto de los presidentes que ha tenido México en los últimos años, aún así, gustó su estilo dicharachero y bravucón que empleó durante su campaña; siendo las expectativas colectivas enormes por obvias razones pues claro que dejó mucho que desear, tuvo logros en cuanto a transparencia y libertad de expresión entregó buenos números macroeconómicos y una relativa estabilidad social.

A Felipe Calderón algo de lo que más se le criticó fue que le apostó más a la lealtad que a la experiencia al decidir sobre su círculo cercano de colaboradores, prefirió a los amigos en vez de decidirse por los expertos. También su “desenfrenado” combate a la delincuencia fue duramente cuestionado, pero ¿había de otra?, a pesar de las complicadas circunstancias que le tocaron siempre mostró carácter y determinación para continuar sin “rajarse”, el Seguro Popular fue un gran avance, los números macroeconómicos le favorecen.

En fin, podríamos resumir que México lo que necesita es un presidente: inmune a la avaricia, sin apego al ego, con un definido sentido humanista y visión de estadista, y con la inteligencia y tamaños suficientes para hacer a un lado a todos aquellos que sólo estorban e impiden el progreso de nuestro país.

La bronca es econtrar a alguien con este perfil, en una población de casi ciento veinte millones, seguro que habrá alguno perdido por ahí.

Jaime Díaz de León.

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