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‘Como que la ausencia de la madre es ausencia de todo’

La familia es la inicialmente comprometida y obligada a la recomposición social puesto que es en sus entrañas donde el individuo está más tiempo, aprende a hablar, a convivir a confiar y a dilucidar el bien del mal.

Luego viene la escuela, la religión, el Estado, que se encargan de orientar su carácter y su acervo cultural desarrollando sus habilidades y destrezas para la vida misma.

Mejorar la calidad de la educación debe de ir aparejada a dar también la calidez a esa educación pues la frialdad en algunos hogares aparejada a la de la de la tecnología moderna y los conocimientos son factor de vanidad, separación de los valores y abandono del ser al éxito de sus acciones olvidando las raíz que lo hizo crecer.

Por ello, insisto, mientras que el gobierno separe más y más a los padres de la educación de sus hijos provoca la despreocupación que tienen en la buena educación de los mismos, mientras los programas asistenciales sigan siendo pírricos y de carácter político y menos afectivos y en consecuencia poco efectivos, ese tejido no volverá y con ello no volverá esa buena educación.

Habrá que volver a valorar si en México es la educación familiar la que está mal o el sistema educativo nacional.

El primero nace en el hogar y lo segundo lo desarrollan las escuelas.

Ese tejido social está en manos de nosotros, familia y sociedad, que por nuestras omisiones del pasado construimos este México de sangre que vemos a diario. No supimos, no quisimos o no nos dimos cuenta de que íbamos perdiendo terreno renunciando y supliendo los valores y enseñanzas de nuestra madre: la familia.

Por ello hay esta falta de “madre” en todo lo que hacemos, esta falta de igualdad social y las diferencias no de la ley sino de aquellos que se encargan de aplicarla de acuerdo a su criterio y conveniencia.

Este 10 de mayo tenemos un compromiso con nosotros mismos; revisar si tenemos madre, es decir si la raíz que nos formó fue honorable y digna o en su caso construyó la perdición de la ruta en nuestra formación y corregir, si aún hay tiempo, el camino.

Todos nacimos libres, todos nacimos limpios, todos crecimos en una familia, pequeña o grande, todos descendemos de un vientre, entonces ¿quién y en qué momento nos hizo perder esa libertad, esa limpieza y esa gratitud por quien nos trajo al mundo y desató la no convivencia y el no respeto por la vida humana?

Los maestros no enseñan a empuñar las armas sino los libros así que ya déjenlos en paz; las familias y su violencia interna algo tienen de culpa en este “NO MADRE”; los ministros de la fe hablan de Dios y su perdón; las madres y las familias, siempre, siempre, hablarán de sus hijos... sólo que es bueno.

Miguel Gerardo Rivera,

Ciudadano de Gómez Palacio, Durango.

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