¿Qué es un drogadicto?
Es un ser humano enfermo que sufre y mucho y hace sufrir a sus seres queridos y de paso a toda la sociedad.
No es un criminal por el hecho de ser drogadicto, como no lo es una persona con polio, o cualquier otra enfermedad. Y se vuelve criminal cuando no puede comprar esas sustancias, que tampoco en sí son malas porque tienen muchos usos válidos y puede recurrir al crimen para poder sobrevivir. Lo cual pues es el problema que ahora nos aterroriza.
Cuando en una nación se propaga esta enfermedad de una forma masiva, se vuelve una epidemia y cuando alcanza proporciones devastadoras se utiliza la expresión pandemia, en recuerdo al terrible espectáculo del “Pandemonium”, (nombre que le dio Dante Alighieri a la capital de los diablos en su “Divina comedia”).
Esa pandemia que ahora afecta a todas las naciones se expande de forma catastrófica por muchas razones, pero la forma de combatirla hasta ahora es absurda. Las naciones líderes como los vecinos del norte intentan por todos los medios desconocerla y metiendo la cabeza en la arena como avestruz, culpan a los traficantes del problema. Pero en una visión objetiva y sincera imaginemos que los diabéticos no cuenten con insulina en las farmacias o todos sus requerimientos; pues habrá un mercado negro que se los proporcionará porque son muchos y dispuestos a pagar hasta donde sus bolsillos les alcance para poder sobrevivir.
Nuestra sociedad dará un paso gigantesco el día en que se acepte esta situación social como un problema de salud pública porque siempre la posibilidad de controlar estas enfermedades es primero que nada la aceptación, en un reconocimiento humilde y sincero será el principio fundamental para la recuperación de las personas y por tanto de la sociedad.
Si ahora esta sociedad se muestra espantada con el solo hecho de escuchar la palabra drogadicto, produce un estigma de reproche social que inhibe su aceptación pública; sin embargo de todos es sabido que en el norte, desde malandros, hasta policías y jueces, pasando por políticos, empresarios, estudiantes, amas de casa, etc., sufren esta enfermedad y países como el nuestro pues más temprano que tarde andaremos en los mismos predicamentos.
Bueno sería al menos hablar del tema para que se genere un clima propicio para la aceptación y después vendrán los tratamientos masivos a esas millones de personas que la padecen, sí señores, millones de personas que están sufriendo y lo más terrible no sólo por la enfermedad misma sino por la carga psicológica de vivir ocultando su problema.
Dios quiera que el tema se trate por los que saben y con más técnicas que su servidor carece, pero que se hable de esto como lo que es: una enfermedad progresiva y mortal. Que hoy por hoy es la verdadera gran culpable de casi toda la violencia que nos aqueja y que hasta ahora los gobiernos en una actitud miope y absurda sólo han combatido a balazos.
Arturo P. Salas Juárez,
Torreón, Coahuila.
