Lector opina

Foro del Lector

Torreón, Coahuila,

17 de junio 2013

Por medio de la presente, solicito respetuosamente consideren la posibilidad de que en el encuentro entre candidatos a la Presidencia municipal que se verificará el día jueves 20 de junio del presente año y al cual sólo invitaron a los candidatos del PAN y del PRI, se incluya mi participación.

El derecho de la ciudadanía va más allá de la existencia de sólo dos partidos.

Un medio tan prestigiado como ustedes, tiene claro que la sociedad lagunera tiene una conformación plural con derecho a informarse que existen más de dos opciones políticas.

Por la atención a la presente, quedo de ustedes.

Atentamente.

Lic. Raúl Sifuentes Guerrero.

***

Necesidad de la Verdad

La verdad no forma parte de los principios sociales de nuestro tiempo. Como virtud humana, no tiene una apreciación muy alta. El drama social de nuestra época, es que parece no dejar tiempo suficiente para la esforzada y penosa pregunta sobre la verdad. Existe incluso la sospecha de que esa pregunta sirve en realidad para eludir los deberes humanos urgentes; de que no es sino el juego elitista de unos pocos que pueden permitirse especular sobre la misma.

¿Qué podemos decir pues, de la verdad? ¿Dónde la encontramos propiamente? ¿Qué significa la verdad? ¿Debemos vivirla, defenderla y manifestarla siempre? ¿Se puede decir la mentira siempre que haga falta? Quisiera proponer una respuesta a estas preguntas, sirviéndome de un pequeño episodio de la vida del Padre Rupert Mayer S.J.

Se cuenta que Rupert Mayer conoció a Hitler ya en el año 1919, como orador en una discusión que tuvo lugar en una reunión comunista. En ese momento, en esa época temprana en que nadie conocía al futuro dictador, podía estimarse que, a pesar de algunos aspectos desagradables, Hitler podría ser un aliado en la lucha contra la tentación comunista. Él mismo había jugado esa carta. En el año 1923, envió al Padre Rupert Mayer un telegrama de felicitación con motivo de la fiesta conmemorativa de sus 25 años de sacerdote, pues para él hubiera sido importante y le hubiera servido de gran ayuda en su propósito de granjearse las simpatías de los vacilantes –especialmente entre los católicos- que un sacerdote patriota con tan grandes servicios prestados a la patria y tan grande autoridad en la ciudad de Munich, estuviera a su lado. Sabemos cuán difícil fue para los intelectuales alemanes y extranjeros, escritores, investigadores, políticos, o teólogos, descubrir las intenciones de Hitler.

El Padre Rupert Mayer, que no era un intelectual, sino un sencillo sacerdote dedicado al servicio de las almas, comprendió inmediatamente la máscara del anticristo, especialmente en algo que cualquiera de nosotros, hubiera pasado por alto. Su primera observación fue la siguiente: “Hitler fanfarronea constantemente y no retrocede ni siquiera ante la mentira. Y quien no respeta la verdad no puede hacer el bien. Donde no se respeta la verdad, no puede crecer la libertad, ni la justicia, ni la paz ni el amor”.

Roberto Grao,

Zaragoza, España.

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