Su majestad... la miseria humana
Hollywood el mayor templo de veneración a las miserias y bajezas del ser humano.
Ídolos de barro no sólo venerados sino imitados por multitudes. Personajes de la farándula, bellos y atractivos en su físico y también valiosos en su trabajo histriónico; que son catapultados al firmamento en luces multicolores y bombardeados de halagos y también de dólares. Modelos a imitar en su belleza física, también en sus actitudes y comportamientos, lucidores de autos, viajes y hábitos extravagantes, símbolo del máximo “éxito” alcanzable por los mortales.
Son estas luminarias colocadas en pedestales de nuestra sociedad para marcar y medir el éxito. Y espejear su comportamiento se vuelve el cotidiano afanar de los fans y de los no fans, así pues si careces de los autos, o del físico de las luminarias. Vives en las tinieblas del fracaso, es importante huir de esa lepra que es el fracaso entendido y marcado por las fulgurantes estrellas siempre jóvenes y relucientes.
Porque cuando empiezan a salir las arrugas, o las llantas o no caen los jugosos contratos, saben estos pobres e incautos personajes que caerán al vacío y se llevarán impresionante zapotazo, vivir en esta angustia produce tensión que se puede volver insoportable lo cual hace necesario recurrir a tranquilizantes y alucinógenos que ayuden a aguantar la supervivencia y ello también los fans que no son tontos lo perciben y lo aceptan, pero lo peor desgraciadamente también lo imitan. Entonces el ser humano al no poder tener el físico, o el carrote, o las viejotas, pues a meterse alguna sustancia que le ayude a mitigar su enorme frustración tal y como lo hacen las luminarias.
Es importante reconocer que las aspiraciones al progreso económico siempre serán válidas y llevarán a la sociedad a una mejora constante, pero cuando se entra en aspiraciones enfermas que rayan en la locura, como la sarta de tonterías que hacen las luminarias nos muestra con evidente claridad que son personas que sufren con mucho dolor su “éxito”.
Es importante que nuestra sociedad rescate al verdadero ser humano que no es una luminaria, pero que es un héroe en su verdadero trabajar que construye el día a día de su vida con amor a su trabajo y a las personas que lo rodean, que disfruta sus logros, que siempre serán además de valiosos, hermosos, porque son el resultado del esfuerzo y del trabajo limpio y honesto.
Y que se admire sí a las personas que son admirables, estrellas, o de cualquier actividad porque si son en realidad modelos a seguir porque aceptan con sabiduría la vejez, o la enfermedad, o el fracaso, pero que luchan cotidianamente. Es pues de imperativa importancia hacer de estas vidas ejemplares unos modelos públicos para que nuestra sociedad verdaderamente crezca en sus valores sociales y recobremos la dignidad como seres humanos e hijos de Dios.
Arturo Salas Juárez,
Torreón, Coahuila.