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¡Quiero hacer una denuncia pública!

Ante Dios, ante mi familia, ante mis vecinos y habitantes de La Laguna, ante todo el magnífico pueblo mexicano, ante los presidentes municipales, jefes de delegaciones y autoridades de los pueblos indígenas. Ante los gobernadores de estados y el jefe del Distrito Federal. Ante las cámaras de diputados y senadores. Ante el primer mandatario de México. Ante mi patria. Expongo mi causa y exijo que sea escuchada: Antes que cualquier otra cosa, quiero dar gracias porque estoy vivo escribiendo estas palabras, porque tengo el privilegio de contarme entre los sobrevivientes mexicanos que seguimos aquí, viviendo y trabajando en este suelo tan rico y generoso, pero también tan ultrajado y devastado por sus propios hijos.

Ayer fui víctima de un robo a mano armada, y de nuevo parte de las estadísticas. Dos jóvenes apoyados por un tercero desde un taxi, me asaltaron y se llevaron mi automóvil, es el segundo vehículo que nos roban en menos de un año. Pero eso ya lo denuncié ante las autoridades. Lo que vengo ahora a denunciar es algo más grave aún. ¡Quiero denunciar a la cultura mexicana! A esa que ha creado las condiciones para que jóvenes como los de ayer y los de hace meses, y los de todos los días estén las calles robando.

A nuestra cultura que ha creado a los monstruos, también mexicanos de carne y hueso, que cada día asesinan, descuartizan, torturan, violan y humillan a hermanos suyos, hermanos nuestros, mexicanos como todos nosotros. A nuestra cultura que mamamos dentro de nuestras familias; esa que heredamos y vamos pasando de generación en generación formando nuevos mexicanos con los mismos y viejos vicios de corrupción y deshonestidad, de valemadrismo y conformismo. A nuestra cultura que ha generado las estructuras para que tengamos a esa clase política que vive a expensas nuestras, maquinando entre sombras o a plena luz del día, sus acuerdos y leyes para perpetuarse en el poder y repartirse el botín entre partidos, desangrando a millones de mexicanos que sobreviven en la miseria, la enfermedad, la calle y el miedo, y manipulando sus redes de votos para beneficio suyo únicamente.

A esa cultura nuestra que ha propiciado la formación de tantas supuestas organizaciones populares y tantos dizque sindicatos, en los que sus líderes aliados a empresarios ególatras y mezquinos, al igual que los políticos, han creado grupos de poder para controlar, castigar, manipular y mover a los millones de trabajadores que sólo quieren tener y conservar un trabajo pagado, ésos sí, con sueldos miserables.

Denuncio a esa cultura nuestra que ha creado condiciones para que nuestros hermanos tengan que armarse y defenderse por cuenta propia en las policías comunitarias, en los ejércitos populares o con las dianas vengadoras de miles de mujeres violadas y asesinadas en tantas zonas de nuestro país.

Denuncio a esa cultura por la que somos, como muchos lo repiten, cangrejos metidos en una cubeta impidiendo que alguno de nosotros salga del montón y haga algo diferente de lo que hace la mayoría. Esa cultura por la que hacemos tranza todos los días, en los negocios grandes y pequeños, establecidos y ambulantes, entre extraños o entre familiares. Esa cultura nuestra que nos hace a todos cómplices del “ahí se va”, del “qué tanto es tantito”, del “al cabo quién me ve”, o del que “cada quien se rasque con sus uñas”.

La cultura del “me vale”, del “aquí nada más mis chicharrones truenan”, del “qué me ves” o del “más te vale”. La que ha creado el “derecho de piso”, el “moche” o el “tú chitón”. Sí, denuncio a la cultura mexicana, esa que hemos heredado, pero que nosotros seguimos alimentando a diario, y que vamos adaptando a los cambios del mundo moderno. Esa por la que permanecemos adormecidos ante un televisor o una computadora para “pasar el rato” que a fuerza de tanto uso, se convierte en años tirados a la basura sin hacer nada. Esa cultura por la que utilizamos las redes sociales y de comunicación para extorsionar, para denigrar, para “quemar“ a otros, para controlar… para alejarnos unos de otros con insensibilidad.

Pero ¡ya basta! Yo, como hijo de esta cultura, anuncio el verdadero cambio. El cambio que empieza por mí. Me comprometo a cuestionar mis paradigmas, mis creencias, mis ideas obsoletas. Me comprometo a dejar de ser objeto de esa cultura vieja, y convertirme en sujeto, en actor de mi propia historia. Me comprometo a dejar de ser víctima o victimario; quiero ser constructor, creador, inspirador, generador… quiero ser un mexicano nuevo. Uno que con mis actitudes haga algo por dejar de pasar esa cultura de muerte y resentimiento a las próximas generaciones.

Quiero ser el cambio que México necesita. Festejar las Fiestas Patrias desde mi propia liberación. Quiero ser una bendición para mi país. No puedo cambiar a nadie más que a mí. Por eso, hoy empiezo yo… Y tú ¿quieres ser la próxima víctima? ¿Por qué mejor no te decides a hacer algo antes de que otros decidan sobre tu vida? No lo pienses mucho… el tiempo no se detiene, y el mañana comienza hoy.

Alfredo Pérez.

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