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Nuestra pobreza

Al igual que muchas situaciones de vida, la pobreza está evolucionando, pero creo que está evolucionando para mal, porque la pobreza de hoy se va contaminando a través del tiempo con diversos factores de maldad.

La pobreza existe desde tiempos milenarios, es parte de la condición humana, sólo que la pobreza de antes era una condición aceptada y la pobreza de hoy para muchos, es una condición obligada.

La pobreza de ahora se vive como un calvario, los pobres sufrimos porque nuestras necesidades crecen y nuestras ambiciones se multiplican y se escapan cada vez más de nuestras verdaderas posibilidades, y por qué no decirlo; también de nuestras capacidades.

Antes, la pobreza nos regalaba más momentos felices; ahora, la pobreza es un lastre y para muchos, es una maldición. De niños, éramos felices cuando nos daban nuestro “domingo”, una moneda de cobre de veinte centavos y bastaba para ser plenos y más alegría cuando nos daban un “tostón”.

Había quien recibía una monedota o un billete de a peso, la que para evitar remordimientos del gasto, la ahorraba en su alcancía de cochinito para alcanzar otro nivel de satisfacción.

Éramos felices los fines de semana porque nos llevaban a comprar el mandado y cuando alcanzaba para comprarnos algo, hacíamos hasta lo imposible para que eso que nos compraban, jamás tuviera fin.

Los zapatos cuando nuevos, eran sólo para ocasiones muy especiales y así la ropa y otras prendas personales; cuando estrenábamos algo, no faltaba alguien que nos jalara una oreja y nos deseara larga duración.

Una Coca Cola o cualquier otro refresco lo saboreábamos por mucho tiempo porque no lo destapábamos; con un clavito le abríamos un pequeño agujero en la ficha, para que nos durara un rato más.

Los pobres de antes, heredábamos la ropa de nuestros hermanos mayores y de nadie había fijón y contrario a lo que ahora los niños piden, a nosotros nos daba mucha satisfacción.

En nuestro mundo de pobreza tenía más valor la persona como tal, lo material era cosa de ricos, de lo superficial.

De niños, era muy común comer en la casa del vecino, ahora los adultos ya no lo permitimos; el mundo ya no es igual.

Nuestra pobreza era más generosa que la pobreza de hoy; nuestra pobreza respetó nuestras cualidades; era una pobreza más solidaria, con ambiciones más cortas, reales y alcanzables; era una pobreza más satisfactoria, una pobreza con más posibilidades; ahora se vive una pobreza que ha perdido el respeto entre los suyos, una pobreza más canibalezca; de ambición desmedida porque la pobreza de hoy tiene más que la pobreza de antes y todavía así es infeliz, más cínica; una pobreza sin rumbo que lamentablemente se está alejando cada día más del amor de Dios.

Juan Antonio Aguilar Tello,

Torreón, Coahuila.

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