Conciencia de solidaridad
Hace algunos años escuché una conferencia de José Saramago, Premio Nobel de Literatura de origen portugués. El laureado escritor afirmaba que la conciencia es la alternativa contra el neoliberalismo, sistema económico social que surgió en el mundo como un supercapitalismo ante el fracaso del comunismo. Bajo este sistema, decía Saramago, los pobres, (20 a 25 % de la humanidad, es decir, 1,500 millones de personas) no tienen futuro porque, “al no ser productivos son una carga social”, son considerados como personas para “desecharse”.
El pensamiento dominante en este sistema en el que sólo cuentan las ganancias es: ¿Qué más da que estos pobres “desechables” se maten unos a otros en guerras civiles si con las armas que yo les vendo me hago rico? ¿Qué más da que sus jóvenes se envenenen con las drogas o con el alcohol, si eso me deja pingües ganancias? ¿Qué más da si sus mujeres se prostituyen por necesidad? ¿Qué más da si se mueren de hambre él y sus familias sólo por ser “indocumentados”? Qué más da si se quedan sin nada en los desastres naturales, son sólo hombres y mujeres “desechables”. Que más da.
La respuesta del pueblo a esa actitud inhumana se llama “conciencia de solidaridad”, y la ha puesto en evidencia el pueblo anónimo, ese pueblo integrado por los “desechables”, que ha sido el primero en acudir a aliviar el sufrimiento de muchos hermanos nuestros en desgracia, y ha sido también el más generoso en dar, a pesar de lo magro de sus posibilidades.
Ha sido este pueblo anónimo quien, dando una lección de generosidad desinteresada, ha aportado la mayoría de las miles de toneladas de recursos que se han reunido en los centros de acopio; sus nombres no figuran en la lista de los héroes; a ellos no se les hace homenajes ni publicidad, pero han sido ellos quienes, con sus acciones solidarias, sencillas pero eficaces, han puesto en evidencia el verdadero sentido humano, el verdadero valor de un pueblo.
San Agustín decía: Que bien que des de comer al hambriento, pero ¿no sería mejor que no hubiera hambrientos porque cumples con tus deberes de justicia? ¿Qué bien que vistas al desnudo, pero ¿no sería mejor que no hubiera desnudos porque cumples con tus deberes de justicia? Ahora diríamos: Que bien que todos acudamos en ayuda de los damnificados, pero no sería mejor que no los hubiera porque quienes tienen la responsabilidad de gobernar, cumplieron con sus deberes.
¿Qué pensarán de la actitud de este pueblo noble y generoso los políticos corruptos; que pensarán los pseudomaestros que abandonando su responsabilidad de educar se dedican a hacer desmanes para mantener sus prebendas; qué pensarán los empresarios que amasan fortunas explotando a sus trabajadores con salarios injustos?
Es imprescindible que todos desarrollemos una conciencia solidaria como la de este pueblo anónimo ¿lo veremos algún día?
Rodolfo Campuzano,
Gómez Palacio, Durango.