Basta echar un vistazo a los números que se manejaron durante la visita del papa Francisco a Brasil para tener una idea del éxito de la misma.
Fueron dos millones de turistas extranjeros y brasileños los que llegaron a Río de Janeiro para participar en la Jornada Mundial de la Juventud y en las misas del Sumo Pontífice.
En la última celebración religiosa, realizada el domingo en la playa de Copacabana, se reunieron cerca de tres millones de peregrinos. La foto que circuló en los medios fue impresionante.
La visita del Papa de seis días de duración tuvo un costo aproximado de 220 millones de dólares que sufragaron los gobiernos federal y local, patrocinadores privados, la Iglesia Católica brasileña y los fieles que aportaron sus contribuciones de distintas maneras.
Pero se calculan en 530 millones de dólares los ingresos para Brasil y la región de Río de Janeiro por los turistas que llegaron de todo el mundo y que abarrotaron los aeropuertos, hoteles, restaurantes, comercios y atractivos turísticos.
La imagen de este país que congrega al mayor número de católicos con más de 100 millones de fieles, creció favorablemente con esta visita pastoral que dicho sea de paso no registró incidentes de importancia a pesar del estilo abierto y espontáneo del papa Francisco.
Fueron más de 60 mil los usuarios del aeropuerto de Río de Janeiro el último día de la jornada mientras que un total de 29 mil autobuses fueron utilizados para movilizar a los peregrinos.
Por algo el Sumo Pontífice estaba feliz al final de su gira durante la entrevista de una hora y 20 minutos que concedió a los reporteros a bordo de la nave que lo llevó de regreso a Roma.
El Papa argentino rompió protocolos, se acercó a la gente y se condujo con la sencillez que acostumbra desde años atrás cuando fungía como Obispo de Buenos Aires y se le conocía como "el cura callejero" por su afición a caminar por la ciudad y a utilizar el transporte urbano.
Más allá de los números, la gira del papa Francisco cimbró a Brasil y a la grey católica mundial por sus mensajes profundos y directos.
A los jóvenes les dijo que habría que servir en sus vidas a través de Cristo. "No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cada área de la vida, a los márgenes de la sociedad, incluso a aquellos que parezcan más lejanos, más indiferentes".
En la visita a un hospital para recuperación de adictos, el Papa condenó la "plaga del narcotráfico" y dijo que legalizar las drogas no es el camino a la reducción de su uso sino a través de una mayor justicia y de educar a los jóvenes en los valores.
También condenó la corrupción, las desigualdades sociales y reiteró a los jóvenes que "el dinero y el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos".
El mensaje del papa Francisco fue eminentemente social ante un pueblo como el brasileño que según mencionó ha sufrido mucho pero "que ama la fiesta y en el sufrimiento siempre encuentra un camino para buscar el bien".
Dos temas destacamos de la entrevista que concedió en el avión, por cierto una costumbre que inició Juan Pablo II.
Sobre el hecho de compartir la Santa Sede con el Papa emérito Benedicto XVI, sostuvo que "es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio, en una familia el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado. El es un hombre de una prudencia, no se mete".
En torno a la presencia de un supuesto "lobby gay" en El Vaticano, el Papa respondió:
"Se escribe mucho del lobby gay. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella esto. Dice que no se deben marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia.
"Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby. De esta tendencia o lobby de los avaros, de los políticos, de los masones... Tantos lobbys. Este es el problema más grande", finalizó el santo padre.
Esta visita a Brasil dejó clara evidencia que el papa Francisco impuso ya un nuevo estilo.
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