Los primeros fríos del otoño ya se han manifestado en días pasados en la Comarca Lagunera. Lloviznas, bajas temperaturas, terregales y vientos helados. Se dice que este año será muy frío. Sea como sea, debemos cuidarnos de las gripes y catarros, tan relacionados con los descuidos en el abrigo personal. Hay que tener cuidado con la influenza estacional, y de manera muy especial, con la llamada H1N1. Cuando apareció su primer brote en México, hace años, el gobierno hizo lo correcto al desplegar todos sus recursos para evitar la propagación de una cepa cuya virulencia e índice de mortalidad eran aún desconocidos. El problema sanitario fue politizado, y corrió el rumor de que el brote no era real, sino que se trataba de una simple distracción gubernamental.
El hecho es que la influenza H1N1 es real, y sigue infectando a la gente, quizá no en la proporción ni la mortalidad que se temía originalmente. Pero existe. Así que hay que tomar las precauciones acostumbradas: abrigarse, lavarse las manos, usar el gel de alcohol, evitar sitios demasiado concurridos, estornudar en pañuelo o en el codo. Consultar al médico si hay gripe con fiebre alta.
Para cambiar de tema: pareciera que en México, e incluyo a la Comarca Lagunera, nos cuesta demasiado trabajo ponernos en los zapatos del otro. El "otro" suele ser una simple idea, una abstracción que no conocemos personalmente ni valoramos. Su sentir nos resulta indiferente. Y muchas veces, hasta nos reímos de su mala suerte.
Esa capacidad de sentir con el "otro" suele llamarse "empatía", y su ausencia denota una gran pobreza de capacidad para la vida social. ¿Será por eso que a los mexicanos se nos dificulta tanto el trabajo en equipo, porque nunca nos ponemos en el lugar del "otro", ni nos interesa hacerlo?
Diga usted cuánto valoramos la integridad o la vida de los demás, si somos capaces de embriagarnos hasta decir "basta", y aún así, manejar nuestros coches como si nada. ¿Realmente podemos decir que nos duele el dolor ajeno cuando somos capaces de transitar a altas velocidades por calles y avenidas flanqueadas de coches estacionados, donde cualquier niño, estudiante o adulto se puede atravesar de improviso?
¿Tenemos la conciencia y la mente tan cerradas, que no podemos imaginar la enorme facilidad con que podemos generar accidentes? Pareciera que a nadie le importan las "pequeñas" situaciones que pueden convertirse en grandes desastres. Muchos culpables suelen confesar "nunca pensé que esto pudiera ocurrir". Pero ahí está el problema: ¿Por qué somos tan incapaces de evaluar, de proyectar nuestras acciones al futuro inmediato en función de la integridad, de la salud y de los derechos de los demás? Vivir en sociedad implica velar, de manera responsable, por la seguridad común. Si no es así, no nos podemos llamar creyentes, ni siquiera seres humanos. Seremos simples autómatas, indiferentes al entorno.
Muchos manejan sus frustraciones por medio de la agresión contra los demás, o peor aún, contra todo lo que se mueva. No buscan ser felices, buscan hacer desgraciados a los otros, hasta la destrucción misma, si fuera posible. No podemos seguir viviendo en el mundo mágico de la irresponsabilidad, donde las cosas nunca pasan, o donde se arreglan "en lo oscurito". Ser humano significa ser responsable. Y si verdaderamente los humanos somos los seres más inteligentes de la creación (lo cual a veces dudo) será para crear bienestar para todos los seres vivos de este planeta, comenzando por nuestros semejantes. ¿De qué sirve la inteligencia si no es empleada de manera constructiva? ¿Qué hizo Hitler con ella? ¿Qué han hecho los grandes imperios con ella? ¿Qué hacemos nosotros con ella?