Hay películas tan terribles que al llegar a los créditos se produce un extraño fenómeno: el público siente alivio de ver los nombres de los responsables del horror; no representan algo positivo pero confirman que eso ha terminado.
El final del sexenio de Calderón produjo una relajación similar, con la diferencia de que no podemos salir del cine. La nueva función, producida por el PRI, ha comenzado con épico optimismo. En unas semanas, el cuerpo social aletargado por 12 años del PAN recibió la inyección del Pacto por México, la reforma educativa, la Ley General de Víctimas, el exhorto del Congreso para retomar la discusión con los zapatistas y la liberación de Florence Cassez, arrestada con un montaje que violó la Constitución.
¿Cuál ha sido el papel del Presidente en este lapso? Hemos visto a un hombre activo, que corre por todas partes, sube con agilidad a los templetes, recibe ovaciones y abraza a todo mundo. Este último gesto es el más significativo. Como Maradona en el Mundial de Sudáfrica 2010, Peña Nieto dirige los destinos con abrazos.
A diferencia de Calderón, cuenta con un equipo de trabajo que toma decisiones. Hasta aquí, la película promete.
Pero la obstinada realidad no se modifica con ademanes. Hasta ahora las iniciativas pertenecen al evanescente orden de los gestos. La Ley General de Víctimas está destinada a honrar a quienes han padecido la violencia -ejercicio moral imprescindible en una sociedad devastada-, pero es deficiente y se ignora cuál será su cumplimiento. Un primer paso no garantiza el camino.
Algo parecido ocurre con el Pacto por México, más cercano a una seña de buena voluntad que a un programa aprobado por consenso.
La restauración de la República es un foro de señales y figuraciones, donde tomar las riendas significa repetir un discurso.
Durante décadas, el PRI luchó para que las propuestas se confundieran con los hechos. ¿Para qué gobernar si se puede declarar? En 1935, en su comedia El presidente y el ideal, escribió Rodolfo Usigli: "Los gobernantes sin aparato son como los cómicos sin maquillaje. El público los ve mal. No se puede ser un buen político sin ser un gran actor". En este teatro la realidad se define por su aspecto: "La Universidad es la única apariencia de cultura que posee México. Por eso debe defenderse".
En el código de Usigli, sólo el que simula triunfa. El momento culminante de esta estética llegó en 1938 con El gesticulador, donde un oscuro maestro se hace pasar por un prócer de la Revolución para gobernar una tierra de "impostores, impersonadores, simuladores; asesinos disfrazados de héroes, burgueses disfrazados de líderes; ladrones disfrazados de diputados, ministros disfrazados de sabios, caciques disfrazados de demócratas, charlatanes disfrazados de licenciados, demagogos disfrazados de hombres... todos son como las botellas que se usan en el teatro: con etiqueta de coñac, y rellenas de limonada; otros son rábanos o guayabas: un color por fuera y otro por dentro".
No hay renovación que no esté precedida de signos, ideas y propuestas. El PRI ha puesto en marcha un carnaval de iniciativas que sólo tendrán sentido si se cumplen. Cuesta trabajo darle el "beneficio de la duda" porque durante 71 años operó en la impunidad. En Estado de secreto, un personaje dice: "Si se pudiera hacer negocios fuera de la política, sería yo negociante". Esta obra fue escrita por Usigli en 1935. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Las declaraciones patrimoniales de los miembros del gabinete indican que muy poco. Los políticos del "nuevo" PRI ostentan propiedades de curioso origen económico (como la "donación") y confirman que el ejercicio de un cargo lleva a la multiplicación de casas, terrenos, coches y cuentas bancarias superiores al sueldo. "Un político pobre es un pobre político", dijo Carlos Hank González, mentor del Grupo Atlacomulco, actualmente en el poder.
El proyecto "Hambre Cero" es una interesante conjetura. Las declaraciones patrimoniales son una realidad.
Otro dato concreto es el caso Monex, que llevó a cuatro consejeros del IFE a proponer una multa récord contra el PRI por financiamiento ilegal de su campaña. La votación terminó 4-5 y el partido tricolor se salvó del desembolso, pero la sospecha quedó en el aire. Los exoneradores argumentaron que el contrato del PRI con Monex estaba en orden. Volvemos al terreno de los gestos: un documento se toma como prueba concluyente de la forma en que se usó el dinero.
En otro homenaje a Usigli, Mario Di Constanzo pasó de miembro del "gabinete legítimo" de AMLO a titular de la comisión encargada de vigilar los servicios financieros. El diputado Ricardo Mejía definió la transfiguración en estos términos: "Pasó de acusador de operaciones de lavado de dinero a defensor de este mecanismo".
El gobierno de Peña Nieto comienza como una feria de gestualidades donde el travestismo ideológico es un deporte extremo.
"¿Por qué Estado es diputado este sonambúlico individuo", pregunta un senador en Estado de secreto. La respuesta revela lo que está detrás de la máscara: "Por el Estado de cosas, compañero".