Hoy que, en su reciente pontificado y primera estancia en América el Papa Francisco I visita nuestro Continente, habrá alguien, movido por el Espíritu, que recoja este grito del corazón del Norte de México, con más de un millón de habitantes católicos de la Comarca Lagunera, y lo lleve hasta él para que ponga fin, a la brevedad posible, a la inconsciencia o incongruencia de algunos prelados del Episcopado Mexicano que se oponen a la creación de la Diócesis de La Laguna y pasan por alto el espíritu del Evangelio y el padecer de una comunidad anhelante de unidad, esperanza, paz y progreso.
Estos prelados padecen la culpa de los políticos venales que rechazan la oración de Jesús: "Padre Santo, protege en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno (Juan 17,11). Grito similar al que hoy emite la grey lagunera que permanece dividida en su más preciada convicción y sentimiento.
No obstante, algunos prelados anteponen intereses burocráticos y prefieren la división de una grey que posee una misma identidad e idiosincrasia. Imitan a los políticos mexicanos que padecemos prefiriendo ahogar en la división geográfica a una misma región con el fin de beneficiarse política o económicamente. Este mismo grito lo lanzábamos en los años setenta del siglo pasado: "La Comarca Lagunera ¡es única e indivisible!; lo repetíamos en los años noventa: ¡una Comarca dividida es una Comarca perdida!; y lo ahoga el pérfido adagio del poder: ¡Divide y triunfarás! Así piensan y actúan quienes dividen desde el poder a los pueblos para esquilmarlos en vez de unirlos. Desconocen el espíritu del Evangelio. Todo reino dividido termina destruido. Ninguna ciudad o familia dividida puede permanecer… (Mateo 12, 25)
Y mientras, por decisión y conveniencia personal de unos cuantos, una Comarca entera, padece dividida en diócesis y estados sufriendo el purgatorio de la segmentación y la explotación. Nuestra esperanza radica en que el nuevo Papa escuche nuestro grito ordenando establecer una sola grey o diócesis que tenga por límites la unidad histórica y la cuenca de los dos ríos de la Comarca Lagunera, es decir, las colindancias de sus municipios: de Parras a Río Grande, a San Juan de Guadalupe, a Santa Clara, a Cuencamé, a Indé, a Mapímí, a Tlahualilo, a Francisco I. Madero, a Cuatrociénegas y a General Cepeda.
El Presbítero Jesús de la Torre, en mensaje titulado "Un pendiente histórico para la Comarca Lagunera", reafirma algunas razones pastorales para crear esta diócesis de La Laguna. Nos dice: "Se trata de conservar la unidad, la identidad múltiple de la Región bajo la conducción de un solo pastor diocesano…"
Entre otros argumentos y reflexiones, expone las razones ya debatidas en Roma por el primer Obispo de Torreón, Dr. Don Fernando Romo Gutiérrez, durante el Concilio Vaticano II, cuando hizo saber que "el territorio diocesano no debe fracturar la realidad integral y global de una Comarca separando artificialmente la parte duranguense bajo la jurisdicción del Arzobispado de Durango, y que el supremo criterio para erigir una diócesis debe ser prioritariamente el pastoral." Apunta: lo que está en juego es una pastoral de la cultura, porque "una fe que no se convierte en cultura es una fe no acogida en plenitud, no pensada en su totalidad, no vivida con fidelidad".
Don Fernando y quienes le han sucedido en el cargo, siempre han opinado que la división territorial de La Laguna "es artificial y no coherente con su geografía, tradición histórica, cultura y unidad religiosa…"
Desde los tiempos coloniales, los laguneros nos empeñamos a aprovechar las corrientes de los ríos Nazas y Aguanaval para construir nuestro tejido social entre tensiones dolorosas que terminaban en acuerdos de supervivencia; abrimos caminos para transportar nuestros productos y fuimos construyendo nuestra unidad cultural como región, con el apoyo de nuestra fe y nuestro tesonero esfuerzo, generando distintas parroquias que fuimos construyendo con el tiempo en el amplio espacio de la Comarca".
La historia del país de la Laguna -como antiguamente se le llamaba-, construyó su tejido social en torno al agua de nuestros dos ríos interiores: el Nazas y el Aguanaval. Esta bendición del uso del agua indica nuestro comportamiento humano y nuestra visión de futuro cada vez más lúcida, dado que con ese beneficio nos jugamos subsistir en la vida. Nuestra vida cristiana siempre ha corrido al contacto de la convivencia con el agua, en búsqueda de vida para el pueblo. Al contacto del agua, nuestros pueblos siguen moldeando su conducta colectiva y tejiendo su historia en relación con su fe".
Pero la tardanza del Episcopado en dar solución a nuestra grave demanda somete a prueba la paciencia histórica de los habitantes de nuestra Comarca. Insistimos en la petición del Presbítero de la Torre y del consciente pueblo lagunero: Nuestro reclamo es un desafío pastoral de las comunidades cristianas que peregrinan en la Región para afinar el encuentro privilegiado de Dios con su pueblo, el sentido de la vida de los hombres y mujeres que le han dado vida al desierto para vivir con el Dios que, en nuestro cansado caminar, nos alimentó, alentó y motivó en la espera de una promesa aún no cumplida …" ¡Escucha nuestro reiterado grito, Papa Francisco!
Alberto González Domene (algonzald@prodigy.net.mx)