Los vimos correr, agitarse, sudar, y sin embargo no pudieron hacer otra cosa que correr, agitarse y sudar. Cualquier semejanza con los jugadores de antaño nos lleva de la mano a un fracaso rotundo de quienes están en la banca o parados, da lo mismo, que no le encuentran la cuadratura al círculo. Los que juegan en contra usan los mismos zapatos, las mismas piernas y sin embargo golpean el balón, pienso, quizá con distinto emoción Los conté una vez más, sí, sí eran once los contrarios. Esa no era la ventaja. La pelota era la misma, dudo que se le pueda enseñar a no entrar a una cabaña sí y a otra no. No, no creo que estuviera hechizada. Aunque parecía que sí, que eso bien pudo ser lo que pasó. Le hemos de encontrar una razón, no importa que carezca de lógica.
De ahí que cada vez que pasaba frente a uno de los nuestros la pelota se hacía la disimulada, mustia, macilenta, tarda, perezosa, torpe, apática sin más deseo que ir a parar a los botines verdes amarelas. entregándose a las genialidades de Neymar. Al único que he visto con esa misma magia es al de la Partida, que en esta ocasión no jugó. Puede que al igual que la guerra de Troya, los dioses del balompié estuvieron todo el tiempo del lado de Neymar da Silva Santos, quien se hace atar al mástil de la embarcación para no ceder ante el canto de las sirenas que indicaban que la portería no se hallaba donde estaba y tuvo que vencer al gigante Polifemo cegándole mientras hizo un gol de volea que no lo para ni el bendito Talón de Aquiles.
El periódico de la isla de Calipso relata la hazaña de Neymar, a huir del lado de la bruja Circe y hacer un regateo mágico para dar a su compañero Joao Alves una asistencia de lujo, que agregó a la volea en que toma la bola hechizada de aire largándola hacia la portería que defendían los tricolores. Dejando al guardameta viendo estrellas mientras la pelota besaba las redes. No necesitó a ninguno de su equipo para él solo derrotar a un México que parecía adormilado reaccionando tardíamente sin crear ningún peligro al equipo de Neymar, delantero estrella del seleccionado brasileño. Los disparos no pusieron en peligro la meta de los brasileños. El ABC diría Neymar está en ebullición; el delantero guía a Brasil a las semifinales y deja a México en el abismo.
Los directivos tratarán de hacer ver la derrota, como es su costumbre, en una victoria en la que cada vez aprenden más nuestros muchachos (aunque no pasemos de párvulos); mientras los aficionados rechinamos los dientes y nos mordemos la lengua. Escucharemos pretextos y excusas que nunca faltan, que si hacía calor, que más vale una derrota que muestre nuestra real posición en el ranquin mundial, que un triunfo pasajero puede marearnos y enceguecernos. Los medios electrónico, mientras tanto se desgañitarán para convencernos de que mañana será otro día venturoso; la gloria está a nuestro alcance, en tanto sigamos creyendo que algún día llegaremos a figurar como gloria del mundo deportivo. En tanto se repite una vez más eso de jugamos como nunca, pero ¡cataplum!, perdimos igual que siempre.