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Heroica defensa de la libertad de expresión

JESÚS CANTÚ

En muchas zonas del país, entre ellas de manera muy destacada La Laguna, resulta verdaderamente heroico ejercer el periodismo y servir comprometidamente a la comunidad, precisamente por ello es muy loable la posición que adoptó El Siglo de Torreón, frente a los recientes ataques que ha sufrido de parte de la delincuencia organizada, ante la complacencia o incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad de la población.

Lamentablemente los ataques a la población en general y a los periodistas y/o a los medios de comunicación, en particular, desde hace años se volvieron lugar común. La reacciones de los medios y los periodistas son de lo más diverso: desde los que deciden callar (ejemplos de ello hay varios, que abiertamente -en sus editoriales- señalan que para evitar futuros ataques únicamente difundirán la información oficial en los eventos relacionados con la delincuencia organizada); los que preguntan a los delincuentes sobre sus demandas, para saber a qué atenerse (el ejemplo más representativo de esto fue El Diario de Juárez); los que huyen del país o de la zona; y el recuento puede seguir interminablemente, hasta llegar a los pocos que abiertamente sellan su compromiso con la comunidad y refrendan (también en sus editoriales): "Reiteramos también el compromiso de mantener informada a la comunidad lagunera a través de nuestras distintas plataformas, pero con la misma calidad y veracidad que nos han caracterizado a lo largo de 91 años", como lo hizo El Siglo de Torreón, en ocasión de su 91 aniversario, el pasado jueves 28 de febrero.

La serie de tres ataques contra los policías federales que resguardaban sus instalaciones, no fueron los primeros, al contrario son una secuencia a otros 3 ataques previos, ésos sí claramente dirigidos al periódico y sus trabajadores. El primer atentado en contra de las instalaciones del diario fue en agosto de 2009; el segundo , en noviembre de 2011; y el último, apenas el 8 de febrero pasado, cuando los delincuentes secuestraron a 5 empleados de las áreas administrativas del periódico. Precisamente fue ante este último evento, que la dirección del periódico solicitó y aceptó las medidas de protección que las autoridades les brindaron y que de acuerdo a las explicaciones dieron lugar a estos últimos 3 ataques.

Es inverosímil que los delincuentes puedan atentar 3 días seguidos impunemente contra policías federales, en una zona céntrica y concurrida, en horas de intensa actividad. Esto es precisamente lo que han estado haciendo desde finales de 2012, cuando atentaron en, al menos, 4 ocasiones contra el hotel en el que se hospedaban frente a la Plaza de Armas, de Torreón.

A pesar de que por decreto presidencial la violencia desapareció del lenguaje de los políticos mexicanos desde el 1 de diciembre de 2012, la terca realidad se empeña en mostrar que ésta está más presente que nunca y que las embestidas de los grupos delincuenciales persisten y cobran vidas. La escalada y el desafío son cada vez mayores, como lo muestran estos hechos en La Laguna, los ataques en Acapulco o los acontecimientos en Morelos, incluyendo el asesinato de uno de los capos en un hospital de la capital de la república.

Lamentablemente también muchos de los medios masivos de comunicación, acostumbrados a dar cuenta únicamente de lo que informan o dicen las autoridades, también callaron. El nuevo gobierno piensa, como lo hizo el salinismo del cual es heredero directo, que las cosas mejoran a partir de que mejoren las percepciones, es decir, la percepción modela la realidad y no al revés. Y para que esto suceda es fundamental la participación de los medios de comunicación, pues son ellos los que se vuelven altavoces acríticos de los mensajes oficiales o cuestionadores realistas de los mismos.

Esa es una de las razones principales por la cual los medios masivos de comunicación son fundamentales para vivir en democracia: porque confrontan (y brindan elementos para que la ciudadanía lo haga) el discurso oficial, es decir, impiden que los políticos (y los poderosos, en general) delineen un mundo ideal, alejado de la realidad cotidiana. Y, desde luego, también para brindar elementos, ciertos y duros, para apoyar aquellas acciones que efectivamente pueden traducirse en mejores condiciones de vida para la población.

Y, precisamente cuando el discurso oficial se empeña en negar la creciente violencia, en La Laguna (entre otros lugares del país) ésta se recrudece y El Siglo da cuenta de ello. Esto enardece a la delincuencia, porque la secrecía es el mejor complemento de su trabajo, pero tampoco es aceptable para las autoridades, porque desnuda su complicidad o incapacidad.

Hoy, como lo prueba, la realidad de El Siglo recurrir a la protección oficial es más perjuicio que beneficio. Y, precisamente por ello, los grupos de autodefensa y las guardias blancas brotan como hongos por todo el país. Por supuesto, que su surgimiento abona en el camino a un estado fallido, pero es la reacción de una población desesperada, impotente e indefensa.

Por lo mismo resulta más plausible la acción de los periodistas y los medios, entre los que hoy se encuentra El Siglo de Torreón, que desafiando todos estos riesgos y advertencias deciden mantener firme su compromiso con la libertad de expresión, la verdad, el ejercicio profesional y la comunidad. Para todos ellos nuestro reconocimiento, nuestra solidaridad y nuestro respaldo; sin medios y periodistas de esta calaña es imposible construir una democracia y la adversidad siempre es un excelente decantador.

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