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Hillary Clinton

GENARO LOZANO
Una mujer es como una bolsa de té, no sabes lo fuerte que es hasta que la metes en agua hirviendo— Eleanor Roosevelt

Desde su irrupción en la política estadounidense, y por ende en la global, Hillary Clinton ha sido para los medios de comunicación como miel para las abejas. Hoy, alejada del poder, aunque no sin él, los medios alimentan el futurismo con una serie de textos en los que se preguntan sobre el futuro inmediato de la exprimera dama de Arkansas, exprimera dama de EU, exsenadora por NY, exprecandidata presidencial demócrata y exsecretaria de Estado y lo demás "por anunciarse", según su cuenta de Twitter.

Esa atención mediática ha sido el peor enemigo y el mayor aliado de la Clinton. Primero, en los 90, una joven abogada recién llegada a la Casa Blanca sufrió las críticas de los medios que le cuestionaban desde el uso de su apellido de soltera -Rodham- en lugar de usar el de casada, hasta los estilos de su pelo -porque a las mujeres en el poder se les cuestiona el físico y si no vean cuántas páginas se dedicaron recientemente en Argentina para hablar de los leggins de la presidenta Cristina Fernández.
Los medios en general castigan a las mujeres en el poder que no son "damas de hierro", que no se acoplan a la masculinidad del poder.

En cuestiones de fondo, como primera dama a Hillary le endilgaron el fracaso de la reforma al sistema de salud que intentó su esposo, ya que ella fue nombrada como zarina de cabildeo respecto a este tema. Un Congreso republicano enterró la reforma de Bill Clinton y las críticas a la primera dama, que en sus propias palabras rechazaba el "quedarse en la Casa Blanca a hornear galletas", empezaron a sumarse por su influencia en políticas públicas. Con ello se inauguró el mito de la "pareja presidencial" que acompañó al matrimonio Clinton en la Casa Blanca.

Los ocho años como una activa consorte presidencial le cobraron factura a Hillary en la percepción pública. Del 92 al 98 las encuestas históricas de Gallup muestran a una opinión pública dividida casi a la mitad entre quienes la percibían negativamente y quienes positivamente. Sólo en los dos últimos años de gobierno de Bill, Hillary tiene una mayoría claramente a favor.

Vino luego el senado, donde Hillary tuvo que lidiar con una opinión pública dividida de 2000 a 2007. De esa época tal vez la decisión más polémica de su carrera legislativa, y una por las cuales perdería después la candidatura presidencial demócrata, fue el haber sido una de los 29 senadores demócratas que en 2002 votó a favor de autorizarle a George W. Bush el uso de la fuerza militar contra Irak.

La fallida campaña por la candidatura presidencial demócrata elevó el peso histórico de Hillary Clinton. Después de todo, ella fue la primera mujer en conseguir casi 18 millones de votos en una precontienda presidencial -obtuvo 272 mil votos populares más que Obama, pero perdió el llamado voto electoral y la candidatura.

Durante esa contienda, el electorado estadounidense pudo constatar la persistencia de los estereotipos, el racismo y la misoginia en la sociedad estadounidense. Por un lado, a Obama se le cuestionaba qué "tan negro" era y dado su segundo nombre se le cuestionaba si era musulmán. A Hillary le tocó desde un hombre que le gritara "plancha mi camisa" durante un evento de campaña, hasta los pundits que se preguntaban cómo le afectaría a Clinton la menopausia en caso de tomar una decisión de usar el poder militar de su país.

Tras la contienda, Hillary y Obama dejaron un legado al llevar al electorado a vencer inercias y a pensar en que la nación más poderosa del mundo estaba lista para elegir a su primer presidente afroamericano luego de 143 años de la abolición de la esclavitud o a su primera mujer comandante en jefe luego de 89 años del voto a la mujer. Los dos rivales se convirtieron en socios en el Poder Ejecutivo, Obama como titular y ella como jefa de la diplomacia.

A partir de 2008 Hillary ha construido una imagen claramente favorable para la opinión pública, sentando récords personales de aceptación popular, que se han mantenido constantes desde entonces. Su gran error, como apunta un largo perfil en la New York Magazine de esta semana, fue el descuido que ocasionó el ataque a una embajada estadounidense en Bengazhi, Libia, en 2012, pero su legado como secretaria de Estado ha sido el de recuperar la imagen de su país en el mundo, el de reordenar la burocracia diplomática estadounidense, conectarla con el siglo 21 y defender una agenda de género, que incluye la promoción de los derechos LGBT, como pilar de la política exterior estadounidense.

Los temas de llamado "poder suave" fueron el fuerte de los cuatro años de Hillary en Foggy Bottom, como bien apunta Michael Hirsh en un texto en la revista Foreign Affairs Latinoamérica, dejando de lado la ambición de negociar una paz en el Medio Oriente, que no le salió a Bill Clinton en Camp David en 2000.

Hillary Clinton hoy descansa, hace ejercicio, trabaja en la Fundación Bill, Hillary y Chelsea Clinton, asesora a Obama en la crisis siria, espera la serie de tele que saldrá respecto a su vida, recauda millones para políticos demócratas y espera con paciencia el año 2016. ¿Alguien duda que contenderá por la presidencia?

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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