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Humildad, realismo y ubicación

JULIO FAESLER

Los primeros cien días que se han cumplido en el sexenio del licenciado Enrique Peña Nieto han sido vistos por el PRI como ocasión para escenificar un magno festejo.

En el quehacer político se suele perder la proporción y ubicación tan fácil y rápidamente que la realidad se distorsiona hasta el grado de atribuirse méritos ajenos o creer que se ha alcanzado los niveles supremos. Buen número de los acuerdos que se están presentando en el Congreso se están atribuyendo a las capacidades políticas de nuestro flamante presidente. Ellos se deben, sin embargo, a la preparación de que ya eran objeto en los arduos años del sexenio anterior cuando las iniciativas del PAN fueron sistemáticamente aplazadas por la entonces oposición, ahora partido en el gobierno.

Lo que se señala hoy en día como éxito del gobierno PRI no responde tanto a su inventiva para idear nuevas soluciones sino al hecho de que los dos partidos, ahora en la oposición, se encuentran como en su momento se halló el mismo PRI tras su derrota en 2000, desarticulados y en recomposición de sus cuadros directivos lo que los inhabilita a una renovada acción política eficaz. El famoso Pacto por México es un recurso de sobre vivencia más que una estrategia común de su apoyo al partido en el gobierno.

El comentario viene a cuento al considerarse la vastedad de los problemas a que se tiene que enfrentar la nueva administración. Como en todos los países, hasta los más adelantados, los estragos de la pobreza y la ignorancia se extienden sin freno posible. No existen perspectivas inmediatas de mejora. El crecimiento incontenido de la población mundial hace que los problema se agudice cada día que pasa y se convierta en violencias de todo tipo, social, familiar e individual.

Actualmente de 7 mil millones de seres humanos, las predicciones de los demógrafos anuncian que en pocos años habremos de alcanzar 8 mil millones y que dentro de este siglo podremos haber llegado a 9 y hasta 10 mil millones. De no hallarse formas para educar y capacitar sociedades, el futuro en este desordenado crecimiento se presenta como una destrucción general de estructuras como si se tratara de un horrendo marasmo de agresivos grafitis.

La realidad de la pobreza siempre ha existido. Los que han buscado caminos para responder a este hecho, salvo los irredentamente ilusos, no han podido proponer esquemas para erradicar la pobreza. Se han limitado a ofrecer a los pobres mitigar su condición con equidad en las oportunidades para salir de su miseria. Ninguno, empero, de los sistemas que se han ensayado desde los pasados dos siglos en muchos países han podido dar una solución cabal.

Las recetas que insisten en perfeccionar de alguna manera las estructuras económicas que nos han traído a esta situación, acentuarán las injusticias y sus consecuentes tensiones que son los resultados indeseados que hemos cosechado de los esquemas aplicados en los últimos siglos.

Seguiremos hablando de la búsqueda de nuevas vías, sean "terceras" u otras, pero entre tanto las brechas se abrirán en nuestras sociedades, sin distinción de grado de desarrollo.

La eliminación de la pobreza en grado humillante se encuentra íntimamente ligada al grado en que los miembros de una sociedad pueden emplearse a sí mismos en actividades productivas. Sólo de esta manera pueden generarse los bienes y servicios que dan el nivel promedio de vida a los que la sociedad aspira.

Si no se encuentra la forma de ocupar los brazos de trabajo disponibles seguiremos viendo en nuestras ciudades cómo los pobres salen todos los días de sus casas a invadir las calles a montar sus improvisados puestos para vender mercancía de cualquiera procedencia o a cocinar comida barata al transeúnte. Lo que es peor, se incorporarán a los grupos que se organizan en bandas criminales para arrebatarle a la ingrata comunidad que todo les negó.

Es a esta luz que la celebración de los primeros cien días que recién armó el PRI para enaltecer y con ello consolidar el gobierno de Peña Nieto tiene que percibirse como una cruel ironía. Los problemas seculares de nuestro México están muy lejos de resolverse, por mucho que se diga que un improvisado Pacto puede señalar el camino.

Es más seguro que el gobierno se aplique, paso a paso, a ir resolviendo cada una de nuestras carencias que anunciar remedios antes de tiempo. Ubicarse en la sencillez y humildad con que Francisco I inicia su papado es un modelo más convincente.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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