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Identidad regional

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Hace dos décadas tuve la oportunidad de estudiar un posgrado en una institución ubicada en el municipio de Texcoco, en el centro del país; durante dos años residí con mi familia en aquel lugar y recuerdo una anécdota que viene al caso sobre tema que abordo en esta columna. Entonces mis dos hijos mayores tenían ocho y cinco años, a quienes les preguntaban de donde provenían y ellos contestaban que eran laguneros, no decían si eran de Torreón o Gómez Palacio, la primera ciudad en que nacieron y la segunda donde residíamos.

Es posible que esto les suceda a otras familias o personas originarias o con residencia fija en esta región cuando transitan o se ubican fuera de ella, denotando el peso de un sentimiento regional más que municipal o estatal, algo que quizá debamos preguntarnos porque tiene un trasfondo al que debiéramos dar respuesta.

Decimos sentimiento porque el sentido de pertenencia a algo, en este caso nos referimos a una región o de la geografía de un lugar, constituye uno de los rasgos característicos de la identidad regional, aunque ésta denota no sólo la residencia en él o la definición de un calificativo referente a ella; el concepto o idea abarca más elementos como idioma o lengua, historia común o compartida, costumbres y tradiciones, en algunos casos religión o creencias de fe y otros que conformarían valores afines, es decir, una cultura propia.

Entre quienes vivimos en alguna parte de los municipios que integran a la Comarca o Región Lagunera, es común que percibamos una mayor afinidad con aquellas personas que residan en otra localidad también circunscrita a esta región que con respecto a otra fuera de ella, incluyendo las capitales de los estados; los que viven en Gómez Palacio sienten mayor afinidad con los de Torreón que con los residentes en Durango o Santiago Papasquiaro, Saltillo o Monclova.

La pregunta es ¿hasta qué grado los rasgos afines de la población que se define como lagunera han conformado los cimientos de una identidad regional? Ciertamente, compartimos una ubicación geográfica, un idioma, una historia común, costumbres y tradiciones, una religión dominante y otros valores afines que nos hacen creer, yo diría, en una percepción regionalista más no propiamente una identidad regional.

Esos rasgos pueden hacernos suponer la creencia de una cultura regional, es decir, que compartimos valores propios que nos distinguen de otras partes, diríase, regiones como Carbonífera, Sureste, por mencionar ejemplos de Coahuila, o Valle del Guadiana, los Llanos, etc., de Durango, definiciones y delimitaciones geopolíticas y económicas que solamente vemos porque tenemos una idea de ellas aunque no las conozcamos físicamente, o porque desde la escuela nos las señalan como parte de la entidad federativa a la que pertenecen.

Quizá una de las causas que provocan los distanciamientos con respecto a otras regiones, pero sobre todo a las capitales de los estados a los cuales se encuentran adheridos los municipios de nuestra región por mandato de una Constitución Política, es la histórica forma de centralizar la toma de decisiones políticas por nuestros gobernantes, y con ello la recaudación y aplicación de los recursos públicos federales y estatales, atendiendo prioritariamente las necesidades de sus capitales que por ser más antiguas no necesariamente aportan más de esos recursos o dichas necesidades son más apremiantes.

Resulta lógico que si los gobernantes en turno son originarios de esas capitales crean oportuno asignar mayores recursos a sus municipalidades, como lo resulta que si los grupos políticos de los cuales provienen y apoyaron sus candidaturas se ubican, y con ellos los intereses que representan, en dichas capitales, sientan el compromiso de corresponder promoviendo su desarrollo de manera prioritaria con respecto a otras municipalidades o regiones, aunque lo que no resulta lógico es que esto se convierta en una práctica histórica porque inevitablemente provocaran reacciones entre quienes no reciban tales beneficios.

Quizá esto es lo que ha provocado la creación de regionalismos, es decir, percepciones entre las poblaciones residentes en las distintas regiones no beneficiadas con relación a aquellas que sí obtienen esos beneficios, pero una percepción de este tipo no implica la formación de una identidad regional; posiblemente sea una reacción la que genera esa percepción y las percepciones son apreciaciones aparentes y temporales de ciertos hechos, no valores afines que conformen una cultura propia.

Desde una perspectiva ciudadana, no apolítica aunque sí apartidista, la conformación de una identidad regional implica el reconocimiento de esa distinción de los gobernantes en turno de apoyar el municipio o región de la cual proviene o siente afinidad, en la cual, desde luego, no puede quedarse y a la que habrá que ver como secundaria, sino que basados en esa ubicación geográfica, historia común, costumbre y tradiciones, se construya también un futuro basado en una visión compartida que nos imagine en una longitud de tiempo transgeneracional el tipo de región que deseamos tener.

Promover los regionalismos basados sólo en reacciones temporales a los gobernantes en turno no es una lección adecuada para nuestra generación y sus descendientes, en todo caso será construir una agenda común de cómo se resolverán los problemas también comunes a nuestros coterráneos, como la desigualdad social que lastima a una parte importante de la población lagunera al presentarse en una región donde hay riqueza, recuperar nuestros recursos naturales cuando los hemos deteriorado mezquinamente como sucede con el agua al beneficiarse unos cuantos y la mayoría queda en situación de riesgo, sólo por mencionar algunos ejemplos.

Conformar una identidad regional es un proceso que puede parecer normal entre la población de una región como La Laguna u otra que presente características similares, pero ésta tendrá sentido más allá de las percepciones aparentes cuando se comparta la misión y visión que le den cuerpo, los valores culturales en que se sustenta y la agenda común que le concrete, finalmente, esa identidad también mejorará las fortalezas locales con respecto a los gobiernos centralizados y no siempre esto implica la ruptura sino una mayor capacidad de negociación con ellos.

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