Sin duda, el malestar ante la declaratoria de la Reforma Fiscal de México, es general; al parecer y decir de algunos expertos, esos cambios no favorecerán nuestro estado económico nacional y sí, en mucho, nos debilitarán, afectando a los pocos que contribuyen, favoreciendo a los que mayores ingresos tienen.
Sobresalen las cargas a medicinas y educación, cuando los mexicanos tenemos serios problemas para atender nuestra salud física en forma adecuada y la escolaridad se encuentra en un estado de crisis -aunque siempre lo hemos estado ahora se agrava- desde lo político hasta lo académico, que es requisito importante para el futuro y la competitividad.
Por definición, impuesto es la cantidad de dinero que se da al Estado, comunidad autónoma o ayuntamiento obligatoriamente para que haga frente al gasto público. Es un tributo que se clasifica en: directo, aplicado a las personas sobre sus bienes e ingresos económicos; o indirecto, el que pagamos por los servicios o cosas que compramos.
No es nada nuevo en las sociedades modernas; existe desde la organización de las ciudades e imperios; antiguamente era un sistema severo, abusivo en extremo y doloroso, que no recibía en retribución ni cantidad o calidad en los servicios que la sociedad esperaría de tales desprendimientos económicos. Y ahora también.
Desde siempre, esos pagos han sido repudiados por todos nosotros, al tratarse de una imposición sin retribución con calidad en el servicio que de tales desprendimientos económicos se espera. Todos tenemos una justificación a los porqués negarnos a pagarlos y en nuestro medio existen sobradas razones para repudiarlos, particularmente los aplicados a la fantasía de "clase media", que ha desaparecido para sumarse a la pobre.
Curiosamente, aquellos que ganen cuarenta mil pesos mensuales, serán incluidos en los tributarios ricos, nada más injusto cuando se piensa en el costo de la vida y la sobrecarga que representa para aquellos que son el "jamón del sándwich social" -por aquello que les muerden por abajo y por arriba- y que ahora son igualados con los multimillonarios mexicanos -poquísimos- que ingresando millones de millones de pesos, pagarán una misma tasa. ¿Qué la democracia no es igualdad?
Ya desde la antigüedad se conoce la imposición de pagos por servicios; lo mismo sucedió entre los babilonios, que debían abonar al rey para mantenimiento de soldados, instalaciones urbanas y otros servicios de complemento; para los judíos, que recibieron la orden directa de su dios de pagar el diezmo que representaba el diez por ciento de sus beneficios por cosechas, ganado o ingresos del comercio.
Tampoco fue bajo el costo en aquellos tiempos, baste recordar que Jesús debió buscar una perla-joya apreciada desde aquellas épocas- para pagar sus correspondientes responsabilidades humanas.
El sistema democrático lo ha establecido como medio para sostener gobiernos y ofrecer calidad de vida en civilidad de los países actuales; la realidad es que ha servido para diferenciar los estratos sociales y económicos, enriquecer a unos y empobrecer a otros, favoreciendo estados de desánimo y desconfianza.
La sociología enseña que en un pueblo, entre mayor sea su clase media, más calidad de vida tendrá; en nuestro país, ese nivel socioeconómico y cultural se está retrayendo hasta casi desaparecer, pasando a engrosar la pobreza.
Habrá que decir que desaparece el Impuesto Especial de Tasa Única y se castiga el consumo de azúcar en refrescos embotellados; algunos alimentos estarán gravados y el Impuesto Sobre la Renta se incrementará alevosamente; así, si Usted, con años de esfuerzo, tiene alguna propiedad, ahora pagará impuesto sobre impuesto, hasta que el Estado logre empobrecerlo.
No es con ánimo de enardecerlo, pero en contrapartida, los políticos de Cámaras de Diputados y Senadores, están pidiendo se incrementen presupuestos de las mismas, para tener una mejor vida de la que ya de por sí disfrutan y es ofensiva para todos.
Los llamados expertos que asesoraron al Presidente de la República, sin duda no previeron las consecuencias de sus graves propuestas y ahora abonan en contra de la popularidad del jefe, en un ambiente nacional que está enralecido por las reformas educativas y de energía.
Si antes, Peña Nieto, tenía que remar contra la corriente de la izquierda mexicana, la resistencia de los sindicatos que se sienten agraviados al ver amenazados sus privilegios y algunos partidarios de la derecha conservadora, ahora tiene en oposición la opinión de la generalidad de los educadores, comerciantes e industriales, que saben de las repercusiones que los cambios provocarán en las medianas y pequeñas empresas. Como dice el refrán: "con esos amigos para que quieres enemigos".
Seguramente cabrá la prudencia e inteligencia -¿escuchará a algunos otros pensantes, externos al equipo?- aunque en el camino se haya tirado por la borda la oportunidad de mejorar la recaudación, haciendo pagar lo justo a todos, no sólo lo injusto a unos pocos. ¿Usted qué piensa?
ydarwich@ual.mx